"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dolor

¡Cuán grande no será el dolor de la Verdad cuando se entere de que su verdad produce dolor!

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Una cosa negra


Una cosa negra es la posibilidad infinita. Una cosa negra puede ser cualquier cosa, algo que no sabemos qué podrá ser, pero siempre una cosa negra. Algo oscuro de difícil comprensión pero que puede adecuarse a nuestro conocimiento de cualquier modo que lo imaginemos. Si le añadimos ojos a una cosa negra nos encontraremos con una caricatura, con la parodia de una caricatura, con la parodia de una caricatura que nos mira desde su negrura. Una cosa negra es el vacío infinito, es el todo y la nada, es Heidegger reencontrado con una pequeña obra de arte omniabarcativa. ¿Por qué la nada se representa siempre con un enorme vacío de color negro? El negro es algo y detesta la paradoja de la nada. La nada es blanca, es aséptica, es lo que está cuando no está nada, cuando ningún color es, cuando no es nada. O tal vez no tenga color, será el color de la nada, transparente, se verá a través de ella, se verá a través de la nada. El principio de razón suficiente no puede con la nada, nada puede con ella. Michael Ende lo sabía, Bastian lo sabía y Atreyu, a pesar de todo, no la temía. La historia interminable apologiza la nada del mismo modo en que un libro infantil representa una cosa negra, como una caricatura del concepto. El concepto es el concepto, se decía en Airbag, y más allá del concepto sólo puede encontrarse la intuición. Pero no hay intuición de la nada, cuando hay intuición de la nada no hay nada, ni intuición ni concepto ni nada.

viernes, 25 de noviembre de 2011

La hora del jabalí



Me siento triste porque ya no sale el jabalí a pasear. Son las 9:15, la hora del jabalí y el jabalí no sale a dar su paseo. Mi compañero dice que hace demasiado frío para él, la plaza por la que paseaba ahora parece desierta. Hay perros y jóvenes bebiendo cerveza, pero el jabalí ya no pasa por allí. El mundo se derrumba un poquito en torno a esa criatura increíble que ya no se deja ver por Sevilla.


Sí, estoy hablando de un jabalí en plena ciudad de Sevilla, aunque en realidad es un cerdo filipino (creo). Lo sé porque mi profesor vive cerca de él, es la mascota oficial del barrio y me llena de tristeza no poder verlo feliz hozando por las hojas que el otoño arrojó al suelo. Es tan significativo ver un cerdo rebuscar por entre los despojos...

¿Por qué no le saqué una fotografía? Tuve tiempo de hacerlo. Siempre se paseaba por el mismo sitio a la misma hora. Los vejetes se acercaban a verlo, sorprendidos, y pedían una caricia a su dueña que lo paseaba con orgullo. Parecía un animal noble, de esos que quisieras tener en casa por si vinieran malos tiempos... Pero en realidad tenía un aspecto jugoso y juguetón. Era de andares ágiles, demasiado ágiles para un gorrino. Daba lástima pensar en su sacrificio y ahora... ahora prefiero no pensar en que haya podido pasarle algo. Simplemente no puedo. Ese indefenso animal que tanto amor y compasión despierta no pudo haber chillado jamás con una amenaza de cuchillo silbando a la altura de su cuello. No, imposible. Quizás esté en el Nirvana, o puede que sólo al calor del brasero de casa. Sí, eso es. Seguro que vive feliz en su hogar, al calor de una bonita y cálida cama de invierno.

Es la hora del jabalí y el jabalí no se ve, no se deja ver. Una angustia producida por la extrañeza de su repentina desaparición embarga mi corazón. ¿Qué le sucederá? ¿Saldrá a pasear a otra hora? ¿Su dueña se cansó de pasearlo? ¿Tal vez haya cambiado de domicilio? ¿Será que nunca existió? Prefiero no pensar qué pudo pasar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Al fin

Después de cuatro y pico años lo encontré.

Voy a pedir por fin el poemario Alle Galgenlieder.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cerveza (Bukowski)

lunes, 14 de noviembre de 2011

La cabra que no sabía matemáticas

La cabra que no sabe matemáticas no calcula bien, se despeña y se muere.

En homenaje a los ejemplos de R.R. Aguilera.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¡Quién lo diría!


¿Estamos en elecciones?

No parece.

La clase política apesta a podredumbre, a putrefacción. Hace unos días que se retransmitió un debate entre dos personas de ideales supuestamente diferenciados con motivo de las elecciones que están de camino. ¿Alguien lo vio? ¿Alguien vio el debate? Yo lo busqué incluso entre las moléculas de agua que necesitaba para aclarar una voz cansada de despotricar acerca de la disputa infantil que estaba teniendo lugar en la televisión. ¡Ni una sola medida política, sólo pura charlatanería!

Los partidos políticos sólo son ya un gremio más en el que encontrar trabajo pero, ¿son útiles? Deberían serlo. Deberían haber derecha e izquierda, pero no las hay. Los políticos no saben hacer política. Hablan sin decir nada y gruñen como perros ante un trozo de carne, y esa carne es el gobierno de una nación, los cartílagos son los órganos que unen a sus individuos y hoy la carne es muy indigesta para todos.

Quiero decir, señoras y señores, que vamos a darle nuestro voto a personas incompetentes, a personas que no saben hacer su trabajo. Pero esto es así en todos los niveles; nacional, regional, etcétera. No hay un solo dirigente que dirija. Es un tópico eso de que quieren llenarse los bolsillos, pero es cierto: quieren -como todos- dinero por un trabajo que no saben hacer, como el carpintero que se pone a trabajar de médico. ¿Qué resultado obtendríamos con él? El mismo que la clase política nos muestra con la situación mundial que tenemos.

Hay quien dice que debemos parar esto. Hay quien habla de revolución. Desde luego, no saben que toda revolución se hace sangrienta o no sería una revolución; y que nadie quiere pasar por eso parece obvio. La única solución pasa por la educación de todos los individuos: de los que no saben nada (que son la mayoría) y de los que creen que saben algo (que serán los que respondan a mi réplica). No obstante, ese trabajo es demasiado costoso. En una sociedad moderna donde no se sabe hablar ni escribir, todo está perdido.

Vayamos el 20N a votar en masa y promovamos una cultura del desconocimiento. No hay nada que hacer; la política, entendida al modo griego del que es heredera, ha muerto. Pero el problema no es ese, el problema es que si fuéramos inteligentes, velaríamos por ella, pero jugamos con su cadáver como vándalos estúpidos que gozan como cerdos con la tanatología.

martes, 8 de noviembre de 2011

La exclusión infinita

- ¿Yo también soy hijo de Dios?

- No, hijo mío, tú no.

viernes, 4 de noviembre de 2011

4´33 (John Cage)

lunes, 31 de octubre de 2011

Moscas rusas III

- Fantástico señores, estamos a punto de descubrir la soledad.

- ¿Y a qué puede verse debido ese descubrimiento? ¿Con ocasión de qué se vincula a ese amor?

La sala quedó vacía, sólo los dos frente a frente. Un diálogo más allá de la coherencia, un diálogo para una sola persona. Uno tras otro, los huéspedes fueron desfilando hacia el final de la sala, apartándose discretamente en dirección al abandono de la existencia del círculo político de la ciudad. Quedaron los comunistas, en una silla de madera un viejo pensador,
en la de metal un nuevo progresista ejecutor.

- Pues sí, caballero, nos hemos quedado solos, nos amamos, como percibo que puede usted declararme.

- Efectivamente, le amo.

La sala quedó vacía, sólo un cuerpo sentado en una incómoda silla metálica y un comunista con un agujero de bala en el pecho tirado en el suelo. La Rusia de compositores, investigadores, revolucionarios y grandes movimientarios había muerto. El Estado de la vieja Unión se disuelve con un disparo de fusil. Dejó el rifle en el suelo, próximo al charco de cálida sangre y continuó hablando del amor en solitario.



viernes, 28 de octubre de 2011

Moscas rusas II



Toda la revelación del ideal comunista tiene su origen en la revolución de 1905 de la que se puede obtener más información en el anterior trabajo entregado. Fue un auténtico fracaso y los húsares se encargaron de reprimirla terriblemente y sin miramientos. En cualquier caso, aquella primera revolución fue un intento de la comunidad obrera por reprimir el autoritario régimen zarista en busca de mejores condiciones de trabajo: en definitiva, un intento pacifista por derrocar el capitalismo de la Rusia de Nicolás II. Ya desde la década de 1860 se habían puesto en marcha grupos terroristas que actuaban mediante repentinos estallidos de violencia y represión. Sobre esa época se produjo el nacimiento de los “narodnik”, un movimiento social inconformista al que más tarde le sucedería el Partido Social Revolucionario y cuyo mensaje se dirigía a un campesinado hambriento, inquieto y bajo condiciones mínimas de trabajo y máximas de esfuerzo.

A partir de 1890, la industrialización fue el proceso de reforma que vería la nación rusa más moderna que justificaría la primitiva y decadente economía del país. El desarrollo, a partir de las fábricas, siderúrgicas en industrias en general, de una clase industrial y financiera de creciente influencia y riquezas emergentes se debía, principalmente, a la fuerte dependencia del capital extranjero. Ese contacto intrínseco y necesario con el capital extranjero potenció la infiltración de las ideas occidentales y se facilitó un pensamiento progresivo liberalista a un pueblo que vivía oprimido por su zar y que necesitaba una reforma urgente. Sería el Partido Kadete o Demócrata Constitucionalista el encargado de arraigar esas ideas de un primer contacto con el resto de Europa. Se dio el caso que con la aparición del pensamiento progresista se produjo el crecimiento sistemático de un proletariado de obreros fabriles descontentos y conflictivos. En esa misma época comenzó a moverse el sentimiento socialista que recorría la Rusia más occidental y occidentalizada y se produjeron las primeras huelgas a favor de los obreros y el proletariado, exigiendo mejores condiciones de trabajo en lo que se adivinaba como una lucha por las ideas marxistas de una igualdad estructural a la base de la sociedad. La exigencia de cambios y el arraigo de la nueva filosofía impulsaron a la creación de un partido marxista fundado en 1897, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, el partido de Lenin, Martov y Plejanov.

El desencadenante final para hacer la revolución de 1905 fue ya el malestar latente que emergió superficialmente con las frustraciones y humillaciones de la guerra entre Rusia y Japón. El carácter de esa primera revolución no fue tanto el revolucionarismo como una simple revuelta por parte de los liberales y constitucionalistas burgueses en contra de la autocracia arbitraria y anticuada. La petición pacífica de mejoras laborales por parte de una ingente masa de obreros que se desató en el desgraciado “domingo sangriento”, fue lo que produjo esta nueva revuelta obrera que conduciría a la elección del primer soviet de diputados enteramente obreros de Petersburgo (más tarde Petrogrado y Leningrado). Fue una revolución espontánea, descoordinado y cargada de resentimiento y violencia, por lo que fue fácilmente dominada con el coste de ciertas concesiones constitucionales que, aun a pesar de todo, no parecieron resolverse en detrimento de nadie en adelante, se quedaron en vacías palabras de amenaza. Los desencadenantes de la revolución de 1917 fueron exactamente los mismos, salvo que ésta última triunfó donde la anterior no pudo conseguirlo. Y si la revolución de 1905 no tuvo éxito, ello se debió a la desorganización de las masas, al poder aún vigente y de extraordinaria fortaleza y eficacia del zar y a la confianza por parte de los revolucionarios, excesiva en muchos casos, en el triunfo de unas ideas nuevas, positivas y que ya funcionaban en otros países europeos y democráticos como en Alemania.

El triunfo de la revolución de 1917 tuvo importantes apoyos que se inspiraban en el cansancio provocado tras la Gran Guerra y el descontento general respecto al modo en que fue encauzada. Los efectivos imperiales habían sufrido numerosas bajas y el ejército estaba ahora debilitado, motivo fundamental por el que se impulsó la necesidad de crear un ejército que apoyara la solución obrera y ahí es donde entra el Ejército Rojo del que ya se habló más arriba, Guardia Roja aún por ésta época y cuyo nombre ya describía su función: se trataba sólo de una multitud armada y dispuesta a resolver cualquier acontecimiento violento a modo exclusivo de defensa de los intereses comunistas comunes. Más tarde se convertirían en el poderoso Ejército Rojo. Finalmente, la abdicación del zar era lo único que podía detener la marea de revueltas y fue fusilado junto con el resto de su familia. La autocracia hasta entonces vigente fue reemplazada por la proclamación de un Gobierno Provisional de carácter democrático basado en la autoridad de la cuarta Duma. El carácter híbrido de la revolución se hizo aún más evidente al reconstruir el soviet de Petrogrado según el modelo de 1905.

jueves, 27 de octubre de 2011

Moscas rusas


viernes, 21 de octubre de 2011

La vacuidad de la edad retrospectiva



Ochenta y dos años tiene Alfredo, casi tantos como su vieja casa, como el manzano que su madre plantó en el jardín al nacer él y algunos más que el sillón de escai en el que descansa viendo la televisión encendida.

Las imágenes procedentes de la descodificación de los rayos catódicos son sepultadas bajo la comprensión de su miedo. la angustia por los miles de muertos que el noticiario informa que esta madrugada han amanecido en la lejana ciudad de Trípoli no es tan grande como la molestia que le produce en la vista la avalancha de imágenes con las que bombardean su sistema nervioso.

Ese mundo le resulta totalmente extraño y ajeno. Dos días atrás le llegó la noticia de que Gregorio había muerto de un infarto. Lo primero que pensó es que estamos en la era de los infartos, lo pensó como algo normal, como que están de moda, no le sorprendió. Después recordó los setenta y seis años de amigo que habían dejado de contar. Poco más tarde revisó la diferencia de edad y se asustó soberanamente.

Alfredo tiene casi tantos años como su padre cuando lo dejó, algunos más que su viejo amigo Gregorio y bastantes menos que el conjunto de años sumados de todos los cadáveres de la crónica televisiva diaria.

¡Qué cerca estuvo la guadaña!

miércoles, 19 de octubre de 2011

La mama de la mama


La BBC ha filmado una serie documental que tiene por tema el cuerpo humano y que es verdaderamente impresionante. La tecnología utilizada permite ver los órganos, posibilita la visualización de hectoplasmas fantasmagóricos, pero también de realidades palmarias.

En uno de los capítulos se muestra que las glándulas mamarias, con la detección de la proximidad del bebé, segregan la leche que la lactancia ya ha generado y que hasta ahora almacenaba en unos saquitos ubicados tras el pezón. ¡Se segrega la leche! ¡Antes incluso de que se produzca el contacto en predisposición a la succión!

La mama que mana leche y miel. Bueno, miel no. Sin embargo, esa fuente es la auténtica fuente de la vida, es un milagro, es un acontecimiento extraño que viene siempre de algo que no comprendemos. ¿O es que acaso podemos comprender el funcionamiento hormonal, celular o atómico?

La mama tiene vida propia, sabe que se acerca el niño y mana su jugo, su poderosa sustancia que posibilita el desarrollo de la criatura. Es un pequeño dios, es lo más independiente del cuerpo humano, es la razón de la supervivencia de todo un ser en su completud. Si se utilizara como tal, sería el arma más poderosa de todas: la mama de la mama. Y en la palabra poderosa está incluida la palabra rosa y eso, una vez más, es algo innegable.

sábado, 15 de octubre de 2011

Crear un rostro

- Hace muchos días que no la veo.

Como si se tratase de un ente extraño que recuelga suspensa en un vacío interior. Ver un espejismo, captar las palabras de una idea oculta...


- Ya no digo nada más. -Y desaparece. Y tardas días en pensar que lo ha hecho porque jamás esperabas que pudiera hacer algo así.


Conrad escribió: "el arte es largo, y la vida corta, y la verdad muy lejana". Ella buscó la verdad en el arte, la buscó en Magritte, la buscó en Tzara; la buscó también en Kandinsky, y en Danto, y en Warhol, y en Cage, y en Duchamp. Tan sólo encontró abismos, abismos llenos de ideas. Pero las ideas, ¡ay!, son mu
y peligrosas y están cargadas de pesimismo.

La carga positiva de una idea es efímera, dura lo que dura la concepción, el parto de la idea. Después se desvanece entre nieblas de posibilidades, tantas por cada humano que la interpreta.
Cuando dijo que no diría nada más no volvió a hacerlo. Se encerró en su cuarto, corrió las cortinas, se introdujo en un cuadro y allí se quedó por siempre. Cuando fueron a visitarla, un espectro abrió la puerta.

- Buenas tardes. -Dijo el pincel.- Pasen, la señora no está en casa, pero si se dan prisa aún podrán verla.


La concurrencia penetró en la sala repleta de utensilios de pintura. El que les abrió la puerta de acceso dio un respingo, se encaramó al caballete y dio un par de brochonazos sobre el cabello decolorado de su amiga.

jueves, 11 de agosto de 2011

El color de los iris


[...]

Si me ha estado escuchando y se fija usted bien, podrá comprobar que esa muchacha de la que le hablé antes, inocente hasta en la forma de mirar, está enamorada de sus ojos. Mire y cautive. ¿No la ve arrebolada con el color de las cerezas maduras rodeando sus pómulos gordezuelos? No hace falta. Mírela a los ojos. Aparte la mirada de los senos o el trasero; éstos son más bellos y sugerentes vistos a través de su mirada, no la pierda de vista. ¿Lo ve? Ahora le rehuye, se ha percatado de que usted también la mira y se ruboriza. Pero no se desvíe usted de su asunto. Ahora le buscará ella. Ahí está, y esperando a que parpadee. Apenas un movimiento más y será suya por siempre, no para un rato, sino que la habrá cautivado por encima de todas las seducciones materiales o tangibles. La habrá cautivado con su más puro ser sí mismo.

lunes, 27 de junio de 2011

Cinco siete

No puedo dormir. No tengo sueño.
Contemplo mi reflejo estático en la pantalla del televisor, en ese objeto vacío de todo contenido mental. Los apuntes de Lenguaje sobre la mesa. Demasiada filosofía. Debería mirarlos una vez más, ver a través de ellos. Noto cómo me tambaleo. Mis manos sobre mis rodillas y la cabeza dando vueltas. Me duele el estómago, noto un vacío en su interior, insatisfecho desde las dos de la tarde.
No tengo sueño. Debería dormir. No tengo sueño.
El cristasol es bonito. No podría conseguir más que una intoxicación. Es tan azul. Las páginas amarillas se me representan como un hombrecillo que reparte comida a domicilio. Miro el reloj de mi teléfono móvil. Las cinco doce. Lleva tres minutos de retraso, deben ser las cinco dieciséis; ha cambiado un minuto hasta que lo miro por segunda vez.
Debería dormir.
Ahora no sé qué vendrá.
Debería dormir.
No tengo sueño.
Cierro los ojos. Tengo miedo.

sábado, 25 de junio de 2011

Soledad para pensar


¡Oh, yo!
Háblame de la soledad y de la vida
y de la no-vida.
Y háblame de lo que puedas y no puedas.
Háblame
y hazlo mientra veas,
mientras mires y reconozcas la piedad,
la soledad que me afea.

¡Ah, solaloca en mi soledad sesgada!
Parásito aferrado a mi almohada.
Gabardina que moja en noche cerrada.
¡Ah, solaloca de mi soledad!

Hablo solo,
solo me hablo,
sólo me hablo solo,
pero me hablo.
Suerte que estoy solo,
solo con mi yo,
mi yo y mi no-yo solos.

¡Oh, yo!
Háblame de tí.
Háblame del instante en que te perdí.
Háblame de vida,
de poemas y diatribas.
De tu yo
y de mi no-yo.
De la soledad a la que me confinas.

viernes, 17 de junio de 2011

Contra corriente

martes, 14 de junio de 2011

Palabras de mí

Se me abren las carnes al contacto con el papel. Una luz se filtraba por mi ventana, un destello azulado, producto del desvarío que produce no dormir. Dormir es sólo una sensación de irrealidad que ataca al intelecto con espada de mentiras, como un juego simbólico del que no aprender nada.

Poco a poco van cayendo las hojas de la conciencia activa, el cansancio embadurna el cerebro y lo recubre con una peculiar película que reproduce la viscosidad de la vida.

Un caballo relincha en mitad de la noche, en un piso del centro urbano, donde los caballos priman por su pequeñez infinita. De pronto suena un disparo y el animal cae muerto, desangrándose ríos de ginebra, tambaleándose como un borracho en la niebla.

Los ojos abiertos sólo sirven para contemplar el delirio que encierran tras los párpados. Las horas se suceden como notas en una sinfonía, crueles, inexorables, punzantes...

Se me abren las carnes al contacto con el papel de una Biblia, único recuerdo de lo que fuera antes una luz azulada filtrándose por mi ventana, una luz que aún no sé dónde estaba, que no veo y que no ví. Creo que conseguí dormir, pero si no lo hice, ay, míseras palabras de mí.

viernes, 10 de junio de 2011

Calcetines con tomate

El viejo se mira las manos enguantadas y echa más leña y desperdicios al fuego. Se calienta. No puede por menos que hacer otra cosa, no le queda nada salvo su calor, sus mitones raídos y su experiencia bajo el mismo puente de fría roca después de tantos años.

Es feo, tiene la cara desfigurada y está desdentado. Emana un olor desagradable de una costra que recubre lo que alguna vez fuera herida en su brazo derecho. Pero las llamas lo reconfortan, hace ya mucho que no siente nada.


- ¿Quién anda ahí? -Pregunta sacando un trozo de tela del pecho, estratégicamente situado para conservarle un poco de calor dentro.

- Soy yo. -Contesta un mendigo mucho más joven.- ¿No tendrás algo de comer por un casual, verdad?

- No sé si por casualidad o no, pero desde luego no para tí, perro.

El joven lleva una navaja oxidada en su diestra, dispuesto a utilizarla si no se cumple con lo que quiere.

- Cuidado, viejo, tengo más fuerza que tú. ¿Qué tienes ahí? -Lo aparta de un manotazo que lo cae al suelo, aferrado aún al trozo de tela que parece ser un calcetín viejo lleno de agujeros y descosidos.- ¡Vaya, pero si tienes un par de tomates! -Los palpa, tienta el gusto de las hortalizas y no se contenta con ello sólo y le da un bocado a una.- No están muy católicos, pero al menos es algo que comer. Gracias viej...

Se da vuelta con la boca llena de la propiedad del anciano, hablando, con la guardia baja y la hoja de la navaja entretenida ensartando el otro tomate. No le da tiempo a jactarse más de su arrogancia y desprecio por el viejo, se queda con la jota ahogada en la boca.

- Jjjjjjj...

El desgraciado deforme le ha introducido el calcetín en la boca y aprieta los descosidos contra su garganta, ocupada por trozos de hortaliza podrida. El amasijo se convierte en un tapón que oprime la campanilla del joven contra el cielo de la boca mientras los hilos sueltos se van introduciendo por la parte más superior de su esófago. Los nervios traicionan al joven mendigo que alza la navaja contra su agresor, tratando de cortar el aire que el tomate ensartado apachurra contra el viejo abrigo. Se preocupa por respirar, ahora ya sólo le importa eso. En la inmediatez de la aspiración temerosa, la epiglotis resulta traicionera y los hilillos del descosido calcetín le penetran en la tráquea. El viejo no conserva ninguna fuerza, pero sólo le hace falta un leve empujón para introducir el calcetín con tomate por la tráquea, dificultando la respiración, reduciéndola, eliminándola en un último esfuerzo por evitar los mordiscos espasmódicos del final.

El cuerpo de la inexperiencia yace en el suelo. El viejo sentado sobre él, al calor de su incombustible fogata, terminando con la pieza que el otro había empezado y guardando la que había dañado con la sucia navaja.

El jugo rojo le chorrea por la cara y hasta el hoyuelo peludo de la barbilla donde se detiene para dejar una inconfundible imagen de viejo asqueroso.

martes, 7 de junio de 2011

El calabacín radiactivo

Un día recogió un calabacín de la huerta, lo peló, lavó, saló, rebozó, frió y engulló. Cuál fue su sorpresa cuando, al día de ingerirlo, se vio convertido en ¡el hombre-calabacín!

Sus particulares poderes consistían en mutar el código genético con cada pesticida olfateado, atraer a los conejos a roerle las espinillas, escupir pipas de una consistencia bastante dudosa y emitir una extraña y poco salubre coloración verdosa en una piel más bien rugosilla.

Algunos dicen que se había vuelto viejo de repente. Otros, simplemente que estaba cansado de pagar entre cinco y nueve euros por ir al cine a ver una película de superhéroes, género que tan cansinamente se esforzaban por explotar y hacerle entrar por sus ojos apezonados de calabacín enhiesto.

domingo, 5 de junio de 2011

El baile de las albóndigas

Se sitúan en una olla, hirviendo a un fuego que las hace borbotear al compás de la cebollita picada que salta sin parar.

Nueve albondiguillas de carne bien frita que danzan en círculo como una ceremonia tribal, rodeando a dos que han quedado en el centro, una pareja que se complementa con el olor que despreden a sudor caliente y vino cocido.

Once cabezas que saltan como calvos masais mientras se consumen en su jugo y engordan, y van adquiriendo el delicioso sabor del guiso, y el mago de la tribu invoca al todopoderoso tenedor que los ensarta a todos, llamándolos así a su presencia, para que el Gran Dios que hace apenas una hora que los ha creado los devore como Saturno hizo con sus hijos.

No hay distinciones de tribus, no hay rasgos diferentes: todos son iguales ante Dios, el único, se llame como lo llamen. Y tan pronto como Él lo decida, inexorablemente serán todos llamados a Su presencia, sin pasar por distinciones de tipo alguno, sin ser repudiados para su omnisciente estómago.

jueves, 26 de mayo de 2011

Nautilus

domingo, 22 de mayo de 2011

La mujer que vendía girasoles

Andaba por el campo voceando su mercancía. Bajo el cielo límpido pedía unas monedas a cambio de girasoles.

-¡Girasoles! ¡Girasoles grandes, hermosos y con multitud de pipas!

Caminaba sola por el campo abierto, agitando a los pájaros que la observaban tristemente desde la copa de los árboles más frondosos, escondidos de sus gritos agónicos.

Vendía girasoles a cambio de compañía; rendía pleitesía al polvo del camino que continuaba sus pasos hasta el horizonte amarillo, amarillo como su tez, del reflejo de la luz del material que vendía.

sábado, 21 de mayo de 2011

El mar del infinito

En un psiquiátrico todos son locos. Los doctores caminan por las asépticas salas bien pertrechados entre sus batas blancas. Son inocentes, son infinitos. Alguien da una voz muy fuerte; no lo soporto, es como para volverse como ellos.

Una mañana me dieron la medicación mal, tomé las pastillas de un maniático depresivo y me balanceé bien sujeto a una lámpara de pie, caí y me tumbé sobre la pared. Nadie me creyó hasta que maté a unos cuántos.

El comedor es una amplia estancia llena de animales enjaulados, trinando como pueden y rechinando los dientes de los que se alimentan más allá de los barrotes. Cada uno viste como quiere, o como le dejan. En cualquier caso, no hay ni uno sólo que esté mínimamente civilizado. Mastican con las bocas abiertas, a uno se le cae la baba, otro se come sus propios mocos. Dan verdadero asco.

¡Maldita sea! ¿Por qué siempre se olvidaban de mí? Siempre les prestaban toda su atención a aquellos despojos de la sociedad. ¿Acaso podrían curarse? Estaban condenados de por vida y creo que mi voluntariado hacía mucho más por ellos que ellos mismos. Hasta que se cansaron y huyeron. Me dejaron allí sólo y abandonado, encerrado entre las mismas paredes que los constreñían a ellos, a los locos, a los crueles y los malvados. No entiendo por qué me culparon cuando la emprendí contra ellos; les hice un gran favor a todos los que claudicaron.

El psiquiátrico tenía, por otra parte, un magnífico jardín. Era la única estancia que respetaban. Allí era donde todos ejercían su libertad y se comuicaban y relacionaban entre ellos. Resultaría curioso observar cómo una mujer ausente resultaba violada por un hombre cohibido. Todos se peleaban por el balancín, todos querían un hueco en ese juego de niños. Siempre lo ocupaban los mismos: a la mujer violada le tenían miedo porque de un muerdo arrancó una oreja de su agresor y sólo un hombre se atrevía a balancearse con ella. También a él le temían.

Pero no me puedo quejar demasiado. La estancia entre mis compañeros no es desagradable siempre que omita las miradas vacías y bobaliconas de esos pobres muertos de hambre. Dijeron en el periódico que aquí se experimentaba con los pacientes. No es cierto, son ellos los que experimentan con nosotros...

Aquel hombre tenía un rostro duro y doliente. No parecía loco, sólo era un perturbado sin vida.

A veces me siento solo. Estoy rodeado de gente que no piensa, que no sufre. Aquí sólo se tiene miedo. Nadie sabe lo que significa estar aquí. Nadie salvo yo. Ningún doctor puede solucionar sus problemas, ¿cómo va a solucionar los de los internos?

Nunca hablaba, tan sólo escribía y escribía letras y cartas interminables que guardaba dentro de una cajita de madera carcomida. En todo momento, no sabía hacer otra cosa.

No entiendo por qué me abandonaron, éste es un lugar horrible. Sólo una mujer parece humana. Una vez, al menos, fue humana. Hay días que hasta me mira, otros sólo se limita a balancearse conmigo en el columpio. Nadie de aquí dentro está sano, mucho menos los doctores con sus batas blancas. Pero no importa porque pronto me iré. Yo estoy aquí voluntario.



Terminó su última carta, se vistió con su mejor traje, tomó de la mano a su mujer que lo observaba escribir unos segundos antes en el silencio de los árboles y, tomando las llaves del recinto, expulsó de allí a todos los internos y los doctores.

En el salón grande, aquel en el que se subió una vez a la lámpara, el mismo en el que mató a varios de los locos que por allí pululaban, sonó una dulce melodía. Tomó las estrechas caderas de la mujer entre sus manos y bailaron con ternura, despacio, mirándose a los ojos vacíos de penumbras.

Fuera, los demás gritaban de angustia y dolor estremeciéndose por los suelos.

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Viva el socialismo!

Aprovechando que se acercan días donde hay que hacer uso y gala de nuestra libertad de expresión y elección, me muevo entre opiniones y no dejo de ver gente, especialmente en los pequeños pueblos, que no tiene ni idea de lo que va a hacer el domingo. Y no me refiero con que no sepan a quién votar, viviendo en un pueblecito de Extremadura es inevitable, casi, saber que los socialistas volverán a gobernar sin que nadie les sople; sino que no saben qué es lo que van a hacer al votar a quien quieren (y aquí no me refiero sólo al socialismo, sino a cualquier partido democrático).

¡Cuánto socialismo imberbe! No socialista, que también, sino movimiento ideológico que se ha pervertido de tal manera que la izquierda, como la derecha, se han centrado ambas en un mismo punto: el de la ignorancia.

Si me centro en el socialismo es porque me queda bastante más cerca, que no hay nadie que sepa lo que realmente está defendiendo. ¿Sabe alguien siquiera qué dijo Lenin, quién es Meslier o qué es el Leviatán? ¡Pero si ni siquiera saben cómo es el país en el que viven!

Lo único que les interesa a los votantes es que sus dirigentes les den un trabajillo temporal, sea simpático y no les robe demasiado o que, al menos, lo haga con disimulo. Sin embargo, y dado que lo de interesarse por un partido político es cansado porque hay que saberse lo que éste proclama, los jóvenes prefieren seguir diciendo pesoe! a voz alzada con una copa en la mano y chiribitas en los ojos.

¡Menos botellón y más educación!

¿Cuándo llegará el día en que dejen nuestros dirigentes de ser unos idiotas que se han dedicado toda su vida a la albañilería, al campo o a quejarse por todo en una plaza abarrotada de cabezas huecas? Tal vez sea el mismo día en el que los votantes sepan lo que están votando, tengan una madurez intelectual propia de un país europeo a la antigua usanza y no una mentalidad de trabajar poco y cobrar mucho, y tengan un mínimo de educación política.

¡Viva el socialismo! Y que viva de verdad, no como ahora, que malvive de los rescoldos que cuatro gatos aprovecharon en el transcurso de la transición.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Estancia en una tienda de campaña


Primero entró el perfume. Cuando éste hubo ocupado el espacio cerrado y el Universo infinito, inmediatamente después, en lo que fue apenas poco más que un salto de pulga, un instante fugaz, entró ella.

El paso de su mano iba cerrando los metálicos dientes de la cremallera que mordían el aire enmarañado de la ósmosis inversa. Todo quedaba dentro, donde hacía más calor y el ambiente enrarecido perlaba la carne y el material sintético de gotas de sangre marina.

Contacto de labios mojados, olores de cristal extinto, la piel adherida a los huesos se separa hacia la sequedad externa. Almas desnudas, cuerpos cubiertos de frío en el invernadero bullente. Sólo sombras en la pared de mentira recubierta con hebras de cabellos asegurados. El movimiento censurado bajo la pena de asfixia...

Primero entró el perfume. Después lo siguió ella. Se inundó la estancia de silencios, silencios más ruidosos que las palabras. Nosotros nos humillamos dentro; el mundo se abandonaba fuera.

lunes, 9 de mayo de 2011

El sexo cohibido


Es cosa del tiempo, de la edad, del cansancio del paso de los días y la costumbre puesta a macerar con melodramas interminables. El sexo de la esposa se cohibe, se atormenta, se retrotrae y fermenta.

Al principio es reivindicativo, asusta la idea de que pueda ser llenado por otro ajente masculino y se cumple con todas sus exigencias y peticiones. Se lo mantiene en la comodidad más absoluta, se lo complace, que para eso está.

Poco a poco, triste pero inexorablemente, va cayendo en la rutina después de experimentar con todo lo que puede tolerar. Le toca probar todo lo que pueda y exprimir todo su jugo si la metáfora se me permite aunque suene muy violenta.

Al final, lo que fuera una gran proclama de los derechos femeninos se encierra, por sí mismo, en la tradición de su historia. Se entrega completamente a su matrimonio y trata de complacerlo por extenso, dejándose olvidado en alguna playa todo el amor propio.

El sexo femenino tiene una fecha, como todo sexo vivo. Termina justo cuando empieza a sentir el roce de la comodidad del hogar, cuando se entrega a su marido siempre y cuando éste no se lo pida, puesto que de esa manera una cosa tal no sucederá nunca. Ella lo abraza, por fin, en toda su extensión, rodeándolo y engullendo una personalidad que convierte en suya. Así, por increíble que parezca y retrógrado que suene, es como se alcanza la madurez a la hora de la concepción: cohibiendo el deseo femenino, entregándose al sexo masculino, pasando a ser poseído. Ya nunca más podrá poseer sin olvido.

jueves, 28 de abril de 2011

El perro Popeye

Ese perro me mira mal. Lo intuyo. Su mirada me perturba, me coacciona, me perfora la conciencia en busca de un ilusorio hueso recubierto de materia gris. Me observa con inquina, con ojos muy abiertos, de quien te reconoce a primera vista y sabe que eres un horrible pecador. Detecto desprecio, casi odio, intenciones de ataque tras cerrar su enorme boca babeante; pero sólo me mira. Me mira mal. Lo sé.

Lo sé porque me recuerda al perro Popeye, un animal dócil, de aspecto fiero y temperamento agitado. Era un British bulldog, un bicho pesado, de carnes fofas y hombros anchos. Comía como un descosido y robaba al más mínimo descuido para rebañar plato propio y plato ajeno. Tenía porte distinguido; andaba tras las perritas en celo con el trasero caído, tanto le pesaba, que cuando intentaba montarlas no lograba alzar las patas más de dos centímetros del suelo. Era un espectáculo gracioso. Gracioso y horrible, porque el pobre animal se frustraba, caía rendido al suelo y la acompañante le mordisqueaba las orejas caídas de cansancio y estrés.

El perro Popeye era un animal triste, aburrido, atormentado por los intentos contínuos de querer ser perro y no poder conseguirlo. Los últimos meses de vida ya tenía la mirada perdida, la vista cansada y el hastío de la vida le había arrancado todo signo de fortaleza de su robusto cuerpo. Una vez me miró. Tenía los ojos bobalicones de quien ha sufrido en la soledad: muy abiertos, de mirada alguna vez intensa y curiosa, pero que denotaban un terrible esfuerzo por seguir abierta. Buscó en mí algo, no sé qué, tal vez un síntoma de debilidad, un acceso de cariño.

Días más tarde murió. Su gracia se fue con él, cansado de ser perro, de no ser nada. Ese perro que me mira me mira mal, ahora lo sé. Me recuerda al perro Popeye. Tal vez se esté muriendo, harto de no ser nada, consumido por perrunos demonios.

martes, 26 de abril de 2011

Transcurre algo

Mamar de las glándulas de la humanidad.

- ¿Dónde está mi mamá?

Buscar la integración social navegando entre dudas, inseguridades, relaciones infructuosas y desastres inusuales.

- ¿Saben dónde está mi mamá?

Marchar hacia la independencia del sujeto, la individualidad acompañada de una familia, de un conjunto de seres que te siguen, que te persiguen, que te ven como un guía y que no se separarán de tí. Frustración de sueños crispados.

- Pero, ¿y mi mamá?

Contemplación del curso ajeno, del abandono de la memoria y la conciencia cultural, de una mecedora que fija la voluntad en ideales hueros. Lento declive de la compañía somnífera.

- ¿Alguien ha visto a mi mamá?

Dormir el producto de la eternidad.

- ¿Dónde está mi mamá?

- No está, pequeño; nunca estuvo; nunca estará. La gente no existe y tú jamás crecerás.

lunes, 18 de abril de 2011

"¡El guarrino que vola!"


Me lo trajeron. A mí. Para mí. Una miserable fotografía. La Fotografía. Ahora sé que existe... y lo codicio.

jueves, 14 de abril de 2011

Civilización

domingo, 10 de abril de 2011

Extraña hora inconsciente

¿Qué sucedió conmigo? ¿Qué me pasó a mí? Que antes era gobernante del mundo y ahora me encuentro solitario en él.

Solía tener las cabezas de mis súbditos postradas a mis pies, un arsenal de brazos alzados hacia mí, adorándome e implorando que les dejara vivir. Tenía en mis manos el poder de las paredes de todo un reino, un reino extenso al mundo. Era mi voluntad la que creaba la paja y el heno, la que daban de comer y construía en el cielo.

Me abría paso con cada resoplido de una respiración resollante, se abrían los mares para dejarme ver las sirenas y me reflejaba en todos los espejos que encontraba y que no encontraba. Mi espada era mi palabra y mis palabras eran letras de realidad visible. Era un rey de mi reino, del mundo entero que ya no es eterno.

Tengo abiertas las rejas de la libertad para la cual perdí la llave, para la cual ya no soy dueño. ¿Cómo llegué a esto? Dueño de castillos de arenas que se deshacen con el tiempo. ¿Cómo pretendí ser rey sin reino? ¿Cómo ser el dueño de lo que no tengo?

Ahora me consumo entre las llamas de mi mente turbada, de mi vergüenza de adolescente enamorada. Mantengo mi sueño erguido entre los pedazos de mi nobleza desheredada, entre las motas de polvo y los faroles de todas las calles que eran mías y que ahora yo mismo he de encargarme de mantener.

Nunca más querré ser rey. Nunca más seré cruel con mi naturaleza. Ahora mi mundo es mío,
y Dios lo sabe.

viernes, 8 de abril de 2011

Waiting for the miracle


sábado, 26 de marzo de 2011

Se perdía entre las páginas sin mácula que no escribía

Le daban miedo las letras. Se podría decir que huía de ellas. Y sin embargo, quería dejar constancia de toda su vida. Había tenido una vida larga que se reflejaba en cada una de las arrugas que le esculpían el rostro como a una estatua helénica. Sus arrugas hablaban por ella. Literalmente.

Padecía logofobia. Nunca hablaba y cuando quería decir algo moría un poco más por dentro, una nueva arruga se perfilaba en alguna parte aún no horadada de su cuerpo. En muchos sentidos, era una virgen. Nunca habló. Nunca conoció vida humana diferente a la suya. Nunca escribió, pero le hubiera gustado. Imprimir en un papel todo cuanto no podía decir, todo cuanto no podía vivir...

Era una mujer increíblemente sabia. Conocía todas las palabras, no muchas, sino todas las que se puedan imaginar y las que aún están por definir. Ella era toda una auténtica creadora de palabras, de palabras mudas, mudas y sordas, sordas y ciegas...

Se perdía entre las páginas sin mácula que no escribía. Las letras le amedrentaban. Una vez dibujó una pirámide y se encerró en ella. En otra ocasión hizo dos colinas y logró que desafiaran las leyes de la gravedad al colgarlas del papel de canto. Hizo múltiples dibujos, pero nadie supo jamás leerlos, nadie los encontró nunca, ni siquiera yo.

Ella era una mujer que no tenía letras en el nombre, no tenía letras en el olvido, en el abismo en el que se perfilaban las dicotomías desestimadas de sus entrecortados pensamientos. No tenía letras porque no se le permitía tenerlas, porque ya tenía todas las que una persona que no existe pueda desear. Huía de ellas, se alejaba de las palabras y, sin embargo, como quien quiere aprender a montar en bicicleta y no logra perfeccionar la técnica hasta que sabe que irremediablemente ha de aprender a caerse primero, no había palabras suficientes para hablar de ella, para escribir sobre ella, para recordarla ni tan siquiera inventarla.

Las suyas eran palabras de adiós, adiós y bienvenida, bienvenida y auxilio. Palabras de amor y de odio, de contradicciones y tautologías. Palabras de todos y de nadie. Palabras de auxilio, auxilio y hasta nunca.

jueves, 24 de marzo de 2011

El Hacedor de pollos (Chicken´s God)


Cuando se fue, Dios no volvió a ser el mismo; se creía convertido en su creación. Es un pollo.

domingo, 13 de marzo de 2011

La mujer que se peleaba con las margaritas

La chimenea pedía fuego y el frío arreciaba fuera. La leñera no caía demasiado lejos y la lluvia había cesado por el tiempo justo para salir a por el alimento del calor.

Por un dudoso proceso ligado al azar le tocó a ella salir en busca del fuego. Atravesó el campo de margaritas que perlaban su ropa con la alegría del estímulo que puede generar una planta. Cargó sus brazos con troncos de madera que sostuvo con una mano. La otra portaba un vil instrumento de amenaza fabril, muy rudimentario, muy de madera, muy... palo.

Volvió a través de las silvestres enemigas que aguardaban para impedir su avance. Entre los estertores de una clorofilizada batalla donde la única sangre derramada arañaban las piernas de la chiquilla y los tallos de unas flores amarillas, el arma se convirtió en el lastre que se aferraba al peligro húmedo, pero también era la única posibilidad de zafarse de las margaritas.

En un intento por sobrevivir a nada, a nada que amenazase absolutamente nada, ella arrastraba el palo abriendo un surco entre las margaritas con las que peleaba.

La dificultad era nula. La épica se resolvía en nada. El esfuerzo reflejado en su cara era una simple metáfora literaria. Aun así, hubiera sido impresionante, de no ser porque se lo tomaba en serio, que perdiera ante un montón de margaritas cuya resistencia consistía en estar de pie. Se defendían aferrándose al suelo, al palo que las arrancaba.

Finalmente, la mujer alcanzó la casa.

- Traes margaritas entre la leña.

- Ya. Son las que me gustaban.

Relato cedido por María Isabel Rodríguez Gil

viernes, 11 de marzo de 2011

Elend meiner


Elend meiner. Elend meiner!

Ich laufe über meine Zeit, über mein letztes Mal!

Ich reise zu nichts.

Elend meiner...

domingo, 6 de marzo de 2011

Limitaciones (III)

Son perros. Perros salvajes. Incivilizados que pretenden mostrar que son inteligentes. Pero los perros no tienen alma. Poco les importa la vida de las vacas. Poco respeto muestran por las palomas. Sólo ven ovejas. Ven ovejas que tienen que cuidar y procurar que el rebaño no se disperse en orden a la anarquía. Protegerlas de otros lobos más hambrientos.


Son perros. Vivimos gobernados por perros. Orwell no es nada lejano, nada imaginativo. Lo que importa no es la limitación que se imponga en el código de circulación. Lo que importa no es el sistema de reducción de gases al entorno. Lo que importa sólo es importante para la jauría de políticos que necesitan que la sociedad que gobiernan o están dispuestos a gobernar no se disuelva.

En España no se hace política. Los dirigentes de los partidos mayoritarios hace mucho que no hablan con coherencia, que no se sientan a resolver los problemas de su país, que no hablan de política. Son perros ansiosos que pelean entre ellos por un pedazo de carnaza, ofreciendo un espectáculo sin precedentes al resto de perros que aplauden como idiotas mientras las ovejas son atacadas dentro de sus mismos rediles.

En España no tenemos políticos dedicados a la política. En España no tenemos salvación en unas elecciones donde de lo malo sólo se puede elegir lo peor.

El gobierno hay que dejárselo a los cerdos...

viernes, 4 de marzo de 2011

Limitaciones (II)

Pensar en vacas es pensar a lo grande, no como hacerlo con palomas estúpidas que sólo sirven de excusa para quejarse por las acciones cada vez más imaginativas del gobierno y con las que, por casualidad, aciertan a veces. Pero pensar en vacas no es lo mismo, pensar en vacas es hacerlo en animales inteligentes que pasan el día mascando hierba mientras contemplan el paso del tren envueltas en nubes de vapor.

No es que hayamos vuelto al tren de vapor, sino que las nubes de vapor son de los propios animalitos que, atosigados por una dieta demasiado monótona y rica en carbohidratos, no pueden evitar consumirse como velas.

Y contaminan. Y no será de extrañar que pronto se proponga una reforma legislativa que reclame un mundo menos contaminado por los gases vacunos que tanto pueden molestar. Aunque, bien mirado, ¿para qué reducir el número masivo de vacas pedorras si se puede reducir todo a la cuestión locomotriz de los bichos?

Si un animal tan grandote y hermoso es capaz de caminar unos veinte kilómetros al día, generando una cantidad de trescientos centímetros cúbicos de gases debido al aire producido por el movimiento del alimento en el interior de sus aparatos, entonces la cuestión es simple: limitar su caminata a dieciocho kilómetros diarios para reducir la cantidad de gases.

Pero es que es obvio. Aunque sea más sencillo matar al animalito, que ya está demasiado mayor para funcionar correctamente y que además serviría para comer, la solución pasa evidentemente por tener que pensar en términos abstrusos y cambiar las condiciones de vida del personal.


¿No nos damos cuenta que las mentes que idean esas soluciones nos están tratando de ayudar? Si nos quitan los límites de ciento veinte kilómetros a la hora será porque así nuestros estómagos sufrirán menos. ¿O lo harán acaso sus neuronas?

miércoles, 2 de marzo de 2011

Limitaciones (I)

Las palomas de ciudad se han idiotizado. Viven en un medio insano, se han vuelto estúpidas y lelas y no saben qué es ser una paloma. Las palomas de ciudad no son palomas, son meros adornos persecutorios.

Las palomas realmente "reales", las que viven en su medio común, vuelan del árbol en el que reposan a otro más alejado en cuanto escuchan el crujir de unas pisadas sobre la hojarrasca, no sea que una dura y violenta posta atraviese sus blandas y violables pechugas. Las palomas de ciudad pueden ser pateadas por cualquiera.

Las palomas de ciudad vuelan en círculos sin sentido, arrastrando bolsas de plástico en sus patas o arrojándose contra las sólidas paredes de hormigón con el consabido golpe y posterior caida al inseguro suelo. Las palomas de ciudad son más conocidas como las ratas del aire y, al igual que las ratas, se mueven por las cloacas, por los desechos que arrojamos, en este caso, hacia arriba y no hacia abajo.


Y los gobernantes, que son personas sabias, dicen que las pobres palomas de ciudad han perdido el norte y que hay que ayudarlas a que dejen de morir estúpidamente porque nosotros no queramos reducir sensiblemente nuestra calidad de vida en virtud de un aire mejor. Y las medidas consisten en dejar de moverse en vehículos propios y por los centros urbanos, esencialmente.

Las pobres palomas sí que pueden vivir donde quieran pero nosotros, ¿dónde lo haremos si no podemos desplazarnos y en el caso en que lo hagamos somos unos inmorales que no miran por su salud? Si la nuestra no nos importa demasiado, ¿nos importará al menos la de esas estúpidas palomas?

martes, 22 de febrero de 2011

Hratt

Todo empieza sólo para acabar, desde el mismo instante en que se nace se está destinado a llorar inútilmente la muerte de los demás.



En islandés se le dice hratt, rápidamente, fugaz. La sensación de pérdida no es más que la de adquisición, la de completud. Más rápido morimos cuanto más pensamos en ello. Pensar en ello es pensar en la vida, en la rapidez con la que nos encontramos arrojados al mundo, en la rapidez con la que nos vemos despojados de la ilusión del desconocimiento.

¿Qué hacemos viviendo? ¿Qué lamentándonos? ¿Quién maneja los hilos del sentido de la existencia circular que adquiere velocidad con el movimiento centrífugo de la necesidad de negar?

Volar. Por encima de la racionalidad que nos sitúa a cada uno en su propio lugar. Volar sobre las cabezas que se niegan a sí mismas la capacidad de pensar. Negar. La fugacidad del mundo que nos circunda sin comienzo ni final.

jueves, 17 de febrero de 2011

Carreras

Hoy es uno de esos días de virtud y belleza. Uno de esos días en los que te levantas asqueado del mundo y descubres una botella de vino derramando el sanguinolento caldo por el suelo de tu habitación, casi vacía, y un aliento a alcohol rancio ventila la estancia cargada de un ambiente hostil.

Un día de amor, para amar a la desgracia propia y ajena y para buscar la compañía de mis inseparables jaquecas.

martes, 15 de febrero de 2011

Saltos generacionales


Existen saltos generacionales de conciencia. Las abuelas son más conscientes del tiempo en que viven sus nietas y más permisivas que las propias madres que se convierten en sobreprotectoras. Nadie sabe por qué sucede esto y ni siquiera parece ser un proceso neuronal o biológico; simplemente es miedo.

Las madres parecen apelar a su sentido de la maternidad donde la protección primitiva impide ver la realidad en la que sus pupilas tienen que habitar. Por eso, las prohibiciones o la extrema dejadez por dejar que hagan lo que quieran aparte de ser extremos opuestos, son contraproducentes en la educación del menor. La negación de algo tan sólo incrementa el interés por lo negado.

Es así que las abuelas, como línea de ascendencia sanguínea directa, se preocupan por la seguridad, salud y bienestar de sus nietas. La única diferencia: no las atosigan, hablan con mayor naturalidad y las previenen del mundo sin privatizar las obviedades.

El amor de madre hay veces que se excede con la necesidad de tener cerca y protegidas a sus hijas. Más que ayudar, la desinformación por el miedo a la práctica lo que hace es frustrar e intensificar la irreflexividad de los acontecimientos vitales. Y así están las hijas, que se visten como putas.

No hay nada como el amor de abuela...

lunes, 7 de febrero de 2011

Vías extremas

La tomó de la cintura y la suspendió del aire. Los cabellos se le alborotaban con los azotes del viento sobre su espalda. La dejó caer al vacío infinito que se extedía entre la firmeza del suelo bajo sus pies. Una soga atrapaba sus huesos, sin apretar, sin dañar su delicada piel. Una última bocanada de aire inundó sus pulmones arañados de alquitrán y polvo seco, resquebrajados por las alas de los murciélagos de medianoche.

Se desprendió del pavimento con la espátula que retira los restos de la vida y se arrojó al montón de basura orgánica que se acumulaba más abajo, entre las corrientes de celos que fluyen con el agua y que atrapan como anzuelos. Cayó por su peso, sintiéndose un gusano usado como cebo, desbocando su corazón con la sensación de gravedad que tiene la gravedad. Fuerzas naturales que la empujaban con dolorosa fuerza hacia el fin natural.

La soga se tensa y el corazón se desboca. Vísceras y hedores que envuelven su cuerpo inerme, inconsciente, colgante. Dos centímetros para el desprendimiento del hálito que aspira, presiones que estallan en su interior, sensaciones de descontrol en su cuerpo como una máquina que, ajena a la seguridad a la que se ha enconmendado, se estampa contra la vítrea superficie del río, sintiendo sus gélidos cristales atravesando la conmoción que sacude su espíritu.

sábado, 5 de febrero de 2011

Angst

Si no tienes nada que ofrecer, enseña tu alma.



Muestra la debilidad de tu cuerpo, siente que el dinero no es nada, ni las grandes empresas, ni aun las más pequeñas. Desmorónate en tu mundo sabiéndote una partícula insignificante que sólo puede ir arrancando dolor allá donde va, sólo puedo arrancar dolor forzosamente cada vez que digo algo que pienso que gustará.

Siéntete impotente al querer regalar lujo y diversión, al querer impregnar el ambiente de una felicidad que no puedes alcanzar: eres demasiado vacuo, un individuo demasiado pobre de espíritu, un ser al que más le valdría quitarse la vida. La opción más cómoda es el egoísmo. No pensar en la necesidad de los demás más allá de la del sí mismo.

Y mientras sólo quieras conseguir cosas para tu amada te olvidas de tu propia esencia, de tu mismo ser, de tu pureza más vil ahogada en un ruido de penas reflexivas. Cuanto más conoces, amigo, más desdichado eres; y cuanto más crees conocer a los demás, intentando darles cuanto te piden, menos cosas te pedirán. ¿Hay desdicha mayor?

Si no puedes ofrecerle nada más, si no te acepta nada más, amigo, regálale tu alma, enséñale tu pensamiento.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mundo febril



El mundo adolece de una enfermedad febril: se seca, se humedece, suda... El mercurio no marca la temperatura, se extasía con la oportunidad de crecer. El mundo que habitamos no es real, es una fantasía.


Cuando la mente se cierra y los sentidos se ciegan, la verdad nos parece mentira, no somos capaces de efectuar relaciones entre el mundo que nos acoge y los acogidos que somos por él. Nuestro escenario es nuestro, somos egoístas y mientras que nos gusta hablar de protocolos de salubridad, también nos encanta gasificar el entorno, arraigar la sobrenaturaleza y cazar nuestro futuro.


El planeta se queja, el planeta se muere, pero nosotros no. No nos gusta contemplar su muerte y cerramos los ojos. Otros prefieren intentar evitar su muerte, pero lo intentan mal, pretendiendo que dejemos el planeta en paz, nuestro planeta... Hipócritas. Estamos destinados a sufrir con él, a escucharlo y a escribir acerca de qué nos sugieren las piedras, como un hombre levemente sabio me preguntó hace algún tiempo.

Si el mundo se queja de gripe estamos destinados a padecerla con él, muy al margen de si usamos esa enfermedad para destruírnos, amarnos o incluso zafarnos.

miércoles, 26 de enero de 2011

Vuelvo a pensar



Parece que respira. Parece que palpita. Parece que aún vive...


Las ausencias no vuelven, por eso se llaman ausencias, no las veremos más. Yo me ausenté, y volví. Pero yo no soy una ausencia, nunca lo fui.

Es inevitable acordarse de aquellos a los que no veremos más sus rostros, ni sus manos, ni escucharemos sus voces. Se suele decir, para paliar el dolor, que residen en nuestros corazones. Pero el mío está vacío, no respira deseos de pasado, no recuerda lo ocurrido, sólo se limita a aguardar resignado. Nos limitamos a esperar el turno, a que llegue nuestro número en una factoría donde las fechas de caducidad no existen porque son para productos biológicos. Somos desechos, estamos deshechos, heredamos el hedor de un futuro que no nos pertenece y nos creemos reyes en nuestro obnubilado pensamiento. Nos creemos nobles, creemos que tenemos prioridades, que somos unos mejores que otros, más inteligentes.

Y lo somos, por un brevísimo espacio de tiempo, lo justo para darnos cuenta de que en realidad no somos nada, ni nadie, y que el que yace en el ataúd es sólo un pobre afortunado cuyo número ha salido en la pantalla electrónica de la sala de espera de un cielo, de cualquiera.

Hay gente que dice que la música que se reproduce más arriba suena a judío muerto. ¿Acaso algún judío muerto ha podido afirmar algo así o corroborarlo? La música no suena, es mejor que no suene. El miedo así se apaga y la vida mejora, poco, pero mejora. ¿Nunca han vivido la muerte de un animal de cerca? ¿Nunca han matado uno? No saben lo que es sentirse poderoso por tener en sus manos su destino. No saben lo que es sentirse desdichado por tener que hacerlo por necesidad, porque sea un modo demasiado humano como para desheredarlo. Imagínense, por un momento, lo que debe ser matar un ser humano. Piensen por un momento, que la muerte natural puede ser aún más cruel y valoren si no es preferible estar vivos y no saberlo, que estar muertos a sabiendas.

Las ausencias no vuelven. Ni los animales cazados, ni los judíos muertos, ni los seres queridos, demasiado familiares para olvidarlos. Nadie ya se acordará de ellos, pues el nombre grabado en una lápida no es un recuerdo.

No, no respira, ni palpita, ni vive. El dolor por la pérdida es lo único que me empuja, la mejor razón para olvidarte de ellos, porque ellos ya se han olvidado a sí mismos. Y estoy casi seguro, de que estarán muy tranquilos.