"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

lunes, 31 de mayo de 2010

Diamantes en el aire

Como tocar un ángel en su desnudez infinita. Como el reflejo de una luz prístina vista desde el fondo de un lecho amiótico que te nutre, que te ilumina, que te hace comprender la verdad de tanta belleza reunida en unos mismos rasgos faciales que son indiferentes al resto de la sociedad saturada de una nueva estética.

La contemplé durante apenas unos segundos, hipnotizado, ajeno a la conversación que yo mismo había comenzado y que seguía su desarrollo como si tal cosa, totalmente indiferente a tanto esplendor, al conjunto azulado que se cruzó con mi mirada para derribarla de un plumazo.

No podría describirla, imposible. Estaba obnubilado con su figura envuelta de blanco, con su cabello de azabache brillando lacio hasta poco más allá de sus claros hombros. De rasgos que me recuerdan a la hermana de una persona querida, demasiado querida.

Y sus ojos... Tal vez no fueran para tanto. Tal vez había más gente allí y nadie reparara en la importancia del recuerdo. Tal vez, lejos de entender que la existencia de un ser tan perfecto, todo el mundo prefería obviar su presencia. O tal vez era, simplemente, que no debí haber salido de casa con un estadio tan desarrollado de la gripe que me invadía...

martes, 25 de mayo de 2010

Grapar las miradas



Mírenlo bien, mírenlo con los ojos de observar detenidamente, no con los de mirar por la superficie. Deténganse a estudiar un poco las miradas de la gente, las hay de todo tipo: miradas de felicidad, miradas de compasión, miradas de odio, de afección y de interés... Hay miradas, mírenlo bien, perdidas en el horizonte del más puro amor, ciegas ante tan amplio campo de visión.

Se miran, se observan, se devoran con los ojos cerrados mientras sus cuerpos se descontrolan. ¿Por qué, me pregunto, por qué curiosean todo lo que les interesa sin poder ver nada? Sólo el cuerpo danzando despacio alrededor de un alma varada.

Mírenlo bien, mírenlo con los ojos que no se pueden ver, con los que no se pueden perder en el ínfimo infinito de la mayor soledad de todas, la soledad enamorada.

Son personas de vista cansada, que quieren todo y no encuentran nada. Parejas que viven solas, que comparten sus soledades en la intimidad, que no piensan en superar el horizonte de sus realidades.

Es triste, muy triste que se busquen eternamente y no se encuentren porque no han hecho otra cosa que perderse entre sábanas de porcelana. No han hecho más que olvidarse de todo en virtud de sus nadas. Sus amores sólo han sabido graparse las miradas.

lunes, 24 de mayo de 2010

De Perdidos...


Todos lo sabíamos desde el inicio de la serie y ahora los pobres frikis y seguidores más asiduos dicen que están decepcionados. Bah, estúpidos e ingenuos. ¿Qué pretendían, que el final fuera una explosión de argumentos descifrados y un cierre total de la serie? Pues efectivamente, así ha sido, pero como son idiotas, pues no se enteran de absolutamente nada.

Todos muertos, un accidentillo y un paso por el "purgatorio" que exige toda creencia religiosa. Esa preciosa iglesia en la que se concilian todas las religiones porque no hay manera de dar una salida convincente a tanto embrollo... Ese final que no se cierra porque es la escena con la que se abre todo el horror... Qué divertido todo. Qué estupido que tanta gente en todo el mundo se haya indignado por no ver resuelto un sueño que, mírenlo bien, sabían que no se iba a resolver como querían porque la trama estaba embrollada hasta tal punto que no se iba a solucionar nada si no era haciendo que todo desaparezca de un modo u otro.

Es cierto, muchos interrogantes quedaron abiertos, pero claro, había que terminar de algún modo, ¿no? El caso es que nos hemos pegado el madrugón para absolutamente nada. Ahora bien, a mí me queda la satisfacción de no haberme tragado todas las temporadas y toda la mierda que les han estado metiendo a ustedes durante seis años. Me permito un instante de satisfacción y de risa caballuna dirigida a ustedes: jódanse (que es lo que les queda...) y traguen.

Mientras medio mundo despotrica porque es estúpido y no tiene ni pajolera idea de filosofía, teología y/o lógica, yo pienso gozar de mi día empezando por terminar mi taza de café y mi napolitana de chocolate y crema. Espero que hayan disfrutado de su "inesperado final" tanto como yo y que guarden la esperanza de que los guionistas mueran como sus protagonistas.


O quizá es que estén muertos ya y hayan estado purgando sus pecadillos...

jueves, 20 de mayo de 2010

Flüstern

lunes, 17 de mayo de 2010

L´arte di Moth

- ¡Volvemos a encontrarnos! -Dijo Joaquín Jesús mientras enarbolaba la ironía en dirección a su archienemiga polilla.- ¡En garde!

Se quitó la holgura para correr tras el bicho y no notarse cansado del peso de su existencia. No estaba gordo, es que despreciar los nutrientes es pecado para sus complejas células. No es que le tuviera manía, es que aquel insecto había estado riéndose de él la noche anterior y eso, eso era intolerable incluso para cualquier humano.

La desocultó como se desvela la verdad, la arrinconó contra la grasilla de las losas de la cocina y aguardó a que aletease agotada. No se trataba de atacarle a traición, por Dios que jamás actuaría de forma tan innoble, sino que era una brillante estratagema por la cual no tendría que pasar por una ardua persecución. Y es que perseguir algo, sea lo que sea o sea quien sea, es cansado.

Pero su paciencia tenía un límite y al minuto de expectación se cansó -porque esperar también es cansado- y empezó a agitarse y hacer aspavientos contra su pobre enemiga. Ésta aleteó, sobrevoló su cabeza en actitud altanera y con una sonrisa dibujada entre sus antenas, riéndose de los vanos intentos de su enemigo por darle caza.

Joaquín Jesús se rebeló contra la piedad, se alzó en un remolino de viento irónico y, finalmente, la propia polilla fue a chocarse contra su atronadora arma engastada de esperanza y un polvillo residual.

Sudando, satisfecho, se apoltronó en su sofá, su subalterno, triunfante y satisfecho de sí. El noble mueble no emitió queja alguna, -prefería llorar en la soledad de la mañana,- aceptó estoico su divino extenuamiento y recibió como premio una leve caricia por su fidelidad.

Tomó sus cerillas, acercó una encendida a su ilustre pipa y celebró su victoria como era debido: entre una voluta de satisfacción y autosuficiencia y ahogando sus delitos en alcohol. En su cara de bobo bonachón se dibujaba una mueca de altivez mientras de sus cuerdas vocales manaba una canción:

- ¡Sí, vendetta, tremenda vendetta...!

jueves, 13 de mayo de 2010

Insomnio

Son ya demasiadas horas sin dormir, no aguanto más. En la madrugada en la que se supone que la ciudad descansa se escuchan sonidos a los que nadie presta su atención. Alguien llega a su casa demasiado tarde, puedo notar que es sumamente feliz por el esporádico encuentro del que viene. Algún pajarillo despistado no deja de trinar en algún árbol del parque de al lado. Demasiado arriba pasa un avión comercial. Demasiado abajo se arrastra una lombriz que muere por sobrevivir. Un bebé llora, es irritante hasta lo insospechable. Todavía hay alguna ventana que emite luz, la luz amarillenta de algún individuo que, a buen seguro, es un insomne como yo. De cuando en cuando una bocanada de aire que azota partículas en suspensión y mi cuerpo cansado del vibrar del sueño.

No puedo dormir. Sentimientos y trabajo, preocupaciones y ardides, calor y frío...

Las dicotomías de un poeta me tranquilizan pero no son suficientes. Tal vez una taza de café o una copa de ginebra logren despertar mi ingenio. Tal vez así, sólo así, podré acariciar de nuevo el polvo estelar de la nebulosa que envuelve las lágrimas del tiempo; poder embadurnarme con ese cieno espeso hasta que me engulla adquiriendo mi forma, mi figura, mi conciencia y mi amargura.

No puedo dormir, no, no puedo hacerlo, no porque no sea capaz, es que aún no puedo dormir, es que ya llevo demasiado tiempo haciéndolo...

miércoles, 12 de mayo de 2010

Libertad (Bukowski)


jueves, 6 de mayo de 2010

El jardín secreto

El violín de Ingres fue la realidad de Man Ray. No era una mujer, era un instrumento, un poderoso y sonoro instrumento de deseo.

Cada curva de su cuerpo es una brillante pieza de ébano, límpidamente tallada contra la silueta de su música interior. Tocarlo es un placer, un gozo intachable que se adivina entre la luz y la sombra que proyecta en el objetivo de la cámara. El ojo de su autor llora, un amante privado del material de su espíritu.

No es una mujer, es un instrumento volátil que impele a ser tocado, a que le arranquen las mejores notas musicales para las que fue fabricado.


Acariciar cada una de sus curvas es sentirlo, aprehender su suave tacto descarnado. Friccionar el arco contra él, despacio primero, aún más despacio después. Buscar que hable, que corcheas mudas tartamudeen en el espacio infinito y resuenen desde lo más profundo de su aliento. Buscar que hable, buscar que se exprese en un idioma inexistente.

No es un violín. Es el violín más perfecto de todos los violines que no lo son. Es único. Es única.

Su cuerpo de madera necesita ser horadado, agredido hasta que resuene por encima de los cimientos de la creación. Su extensión, su figura, utilizadas hasta el límite de sus posibilidades. Arrancarle un sonido cada vez más agudo que chirría y chirría como si sus cuerdas cedieran bajo las pulsiones que arquean su espalda.

Finalmente el éxtasis roza la exaltación de la música que suena, que se va apagando con el morir de los cuerpos que se destruyen en un apasionado baile astillado. Los cuerpos se rompen y el sonido cesa. El violín de Ingres es un mero objeto demacrado por el uso permitido.

No es una mujer. Es un instrumento.
No es un instrumento, es una fotografía.
No es una fotografía, es un relato.
No es un relato, es la realidad de Man Ray.

No es una realidad, es la cotidianeidad de un jardín olvidado, consumido entre las flores que lo han destruido.
La música de la vida que cede a la vida...
El silencio para siempre apagado...

lunes, 3 de mayo de 2010

El hombre sin pene

Conozco a un hombre muy varonil. Bueno, mucho no, pero sí lo suficiente. Tiene una voz profunda y grave como la de un tenor, las manos fuertes y seguras como las de un obrero y el torso robusto y curtido como si lo hubiera esculpido con martillo y cincel en roca virgen. Sí, era un tío, un verdadero tío.

Tan sólo tenía un pequeño defectillo a todas luces sin importancia: no tenía pene.

Y en cierto modo era, más que un defecto, un engorro. Porque no tener un miembro por el que miccionar significaba no poder beber, no poder ingerir líquidos de ningún tipo y, por lo tanto, tener una vida muy corta. No obstante, era un hombre, un verdadero hombre. Un bohemio, un vividor.

Él notaba una ausencia que llenaba con los más oscuros placeres. Las mujeres lo adoraban porque no buscaba el goce propio, ya que le era imposible, y se volcaba totalmente en ellas. Su falta de corporeidad le instaba a buscar la perfección del mundo exterior, por lo que había desarrollado las más sutiles destrezas en todos los campos artísticos.

Había sólo una cosa que le preocupaba: moriría. Irremediablemente moriría dentro de muy poco. No sabía cuánto tiempo podría aguantar así, por lo que la incertidumbre y la angustia le hicieron inmune a toda crítica ajena.

Todo el mundo se reía de él: el hombre, que se alimenta de amor, la mujer de grandes pechos, la mujer con cara de cerdo, la mujer sin nariz... Todos, sin excepción. Nadie se compadecía de su problema, de su carencia de virilidad.

No obstante, él sabía que no es que no tuviera pene. Lo que sucedía es que era invisible, era inapreciable para cualquier persona ajena a su perfecto miembro. Él tenía, y eso lo sabe todo el mundo, el mejor pene posible, invisible, perfecto... Y eso sólo podía significar una cosa, que no podía morir por su culpa, que nadie lo podía dañar: ninguna mujer, ningún ser real. Él era, con su exacto miembro inmortal, el mejor hombre posible que podría existir jamás.