"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

domingo, 5 de junio de 2011

El baile de las albóndigas

Se sitúan en una olla, hirviendo a un fuego que las hace borbotear al compás de la cebollita picada que salta sin parar.

Nueve albondiguillas de carne bien frita que danzan en círculo como una ceremonia tribal, rodeando a dos que han quedado en el centro, una pareja que se complementa con el olor que despreden a sudor caliente y vino cocido.

Once cabezas que saltan como calvos masais mientras se consumen en su jugo y engordan, y van adquiriendo el delicioso sabor del guiso, y el mago de la tribu invoca al todopoderoso tenedor que los ensarta a todos, llamándolos así a su presencia, para que el Gran Dios que hace apenas una hora que los ha creado los devore como Saturno hizo con sus hijos.

No hay distinciones de tribus, no hay rasgos diferentes: todos son iguales ante Dios, el único, se llame como lo llamen. Y tan pronto como Él lo decida, inexorablemente serán todos llamados a Su presencia, sin pasar por distinciones de tipo alguno, sin ser repudiados para su omnisciente estómago.

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