"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Dolor

¡Cuán grande no será el dolor de la Verdad cuando se entere de que su verdad produce dolor!

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Una cosa negra


Una cosa negra es la posibilidad infinita. Una cosa negra puede ser cualquier cosa, algo que no sabemos qué podrá ser, pero siempre una cosa negra. Algo oscuro de difícil comprensión pero que puede adecuarse a nuestro conocimiento de cualquier modo que lo imaginemos. Si le añadimos ojos a una cosa negra nos encontraremos con una caricatura, con la parodia de una caricatura, con la parodia de una caricatura que nos mira desde su negrura. Una cosa negra es el vacío infinito, es el todo y la nada, es Heidegger reencontrado con una pequeña obra de arte omniabarcativa. ¿Por qué la nada se representa siempre con un enorme vacío de color negro? El negro es algo y detesta la paradoja de la nada. La nada es blanca, es aséptica, es lo que está cuando no está nada, cuando ningún color es, cuando no es nada. O tal vez no tenga color, será el color de la nada, transparente, se verá a través de ella, se verá a través de la nada. El principio de razón suficiente no puede con la nada, nada puede con ella. Michael Ende lo sabía, Bastian lo sabía y Atreyu, a pesar de todo, no la temía. La historia interminable apologiza la nada del mismo modo en que un libro infantil representa una cosa negra, como una caricatura del concepto. El concepto es el concepto, se decía en Airbag, y más allá del concepto sólo puede encontrarse la intuición. Pero no hay intuición de la nada, cuando hay intuición de la nada no hay nada, ni intuición ni concepto ni nada.

viernes, 25 de noviembre de 2011

La hora del jabalí



Me siento triste porque ya no sale el jabalí a pasear. Son las 9:15, la hora del jabalí y el jabalí no sale a dar su paseo. Mi compañero dice que hace demasiado frío para él, la plaza por la que paseaba ahora parece desierta. Hay perros y jóvenes bebiendo cerveza, pero el jabalí ya no pasa por allí. El mundo se derrumba un poquito en torno a esa criatura increíble que ya no se deja ver por Sevilla.


Sí, estoy hablando de un jabalí en plena ciudad de Sevilla, aunque en realidad es un cerdo filipino (creo). Lo sé porque mi profesor vive cerca de él, es la mascota oficial del barrio y me llena de tristeza no poder verlo feliz hozando por las hojas que el otoño arrojó al suelo. Es tan significativo ver un cerdo rebuscar por entre los despojos...

¿Por qué no le saqué una fotografía? Tuve tiempo de hacerlo. Siempre se paseaba por el mismo sitio a la misma hora. Los vejetes se acercaban a verlo, sorprendidos, y pedían una caricia a su dueña que lo paseaba con orgullo. Parecía un animal noble, de esos que quisieras tener en casa por si vinieran malos tiempos... Pero en realidad tenía un aspecto jugoso y juguetón. Era de andares ágiles, demasiado ágiles para un gorrino. Daba lástima pensar en su sacrificio y ahora... ahora prefiero no pensar en que haya podido pasarle algo. Simplemente no puedo. Ese indefenso animal que tanto amor y compasión despierta no pudo haber chillado jamás con una amenaza de cuchillo silbando a la altura de su cuello. No, imposible. Quizás esté en el Nirvana, o puede que sólo al calor del brasero de casa. Sí, eso es. Seguro que vive feliz en su hogar, al calor de una bonita y cálida cama de invierno.

Es la hora del jabalí y el jabalí no se ve, no se deja ver. Una angustia producida por la extrañeza de su repentina desaparición embarga mi corazón. ¿Qué le sucederá? ¿Saldrá a pasear a otra hora? ¿Su dueña se cansó de pasearlo? ¿Tal vez haya cambiado de domicilio? ¿Será que nunca existió? Prefiero no pensar qué pudo pasar.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Al fin

Después de cuatro y pico años lo encontré.

Voy a pedir por fin el poemario Alle Galgenlieder.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Cerveza (Bukowski)

lunes, 14 de noviembre de 2011

La cabra que no sabía matemáticas

La cabra que no sabe matemáticas no calcula bien, se despeña y se muere.

En homenaje a los ejemplos de R.R. Aguilera.

viernes, 11 de noviembre de 2011

¡Quién lo diría!


¿Estamos en elecciones?

No parece.

La clase política apesta a podredumbre, a putrefacción. Hace unos días que se retransmitió un debate entre dos personas de ideales supuestamente diferenciados con motivo de las elecciones que están de camino. ¿Alguien lo vio? ¿Alguien vio el debate? Yo lo busqué incluso entre las moléculas de agua que necesitaba para aclarar una voz cansada de despotricar acerca de la disputa infantil que estaba teniendo lugar en la televisión. ¡Ni una sola medida política, sólo pura charlatanería!

Los partidos políticos sólo son ya un gremio más en el que encontrar trabajo pero, ¿son útiles? Deberían serlo. Deberían haber derecha e izquierda, pero no las hay. Los políticos no saben hacer política. Hablan sin decir nada y gruñen como perros ante un trozo de carne, y esa carne es el gobierno de una nación, los cartílagos son los órganos que unen a sus individuos y hoy la carne es muy indigesta para todos.

Quiero decir, señoras y señores, que vamos a darle nuestro voto a personas incompetentes, a personas que no saben hacer su trabajo. Pero esto es así en todos los niveles; nacional, regional, etcétera. No hay un solo dirigente que dirija. Es un tópico eso de que quieren llenarse los bolsillos, pero es cierto: quieren -como todos- dinero por un trabajo que no saben hacer, como el carpintero que se pone a trabajar de médico. ¿Qué resultado obtendríamos con él? El mismo que la clase política nos muestra con la situación mundial que tenemos.

Hay quien dice que debemos parar esto. Hay quien habla de revolución. Desde luego, no saben que toda revolución se hace sangrienta o no sería una revolución; y que nadie quiere pasar por eso parece obvio. La única solución pasa por la educación de todos los individuos: de los que no saben nada (que son la mayoría) y de los que creen que saben algo (que serán los que respondan a mi réplica). No obstante, ese trabajo es demasiado costoso. En una sociedad moderna donde no se sabe hablar ni escribir, todo está perdido.

Vayamos el 20N a votar en masa y promovamos una cultura del desconocimiento. No hay nada que hacer; la política, entendida al modo griego del que es heredera, ha muerto. Pero el problema no es ese, el problema es que si fuéramos inteligentes, velaríamos por ella, pero jugamos con su cadáver como vándalos estúpidos que gozan como cerdos con la tanatología.