"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

miércoles, 2 de marzo de 2011

Limitaciones (I)

Las palomas de ciudad se han idiotizado. Viven en un medio insano, se han vuelto estúpidas y lelas y no saben qué es ser una paloma. Las palomas de ciudad no son palomas, son meros adornos persecutorios.

Las palomas realmente "reales", las que viven en su medio común, vuelan del árbol en el que reposan a otro más alejado en cuanto escuchan el crujir de unas pisadas sobre la hojarrasca, no sea que una dura y violenta posta atraviese sus blandas y violables pechugas. Las palomas de ciudad pueden ser pateadas por cualquiera.

Las palomas de ciudad vuelan en círculos sin sentido, arrastrando bolsas de plástico en sus patas o arrojándose contra las sólidas paredes de hormigón con el consabido golpe y posterior caida al inseguro suelo. Las palomas de ciudad son más conocidas como las ratas del aire y, al igual que las ratas, se mueven por las cloacas, por los desechos que arrojamos, en este caso, hacia arriba y no hacia abajo.


Y los gobernantes, que son personas sabias, dicen que las pobres palomas de ciudad han perdido el norte y que hay que ayudarlas a que dejen de morir estúpidamente porque nosotros no queramos reducir sensiblemente nuestra calidad de vida en virtud de un aire mejor. Y las medidas consisten en dejar de moverse en vehículos propios y por los centros urbanos, esencialmente.

Las pobres palomas sí que pueden vivir donde quieran pero nosotros, ¿dónde lo haremos si no podemos desplazarnos y en el caso en que lo hagamos somos unos inmorales que no miran por su salud? Si la nuestra no nos importa demasiado, ¿nos importará al menos la de esas estúpidas palomas?

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