"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

viernes, 28 de octubre de 2011

Moscas rusas II



Toda la revelación del ideal comunista tiene su origen en la revolución de 1905 de la que se puede obtener más información en el anterior trabajo entregado. Fue un auténtico fracaso y los húsares se encargaron de reprimirla terriblemente y sin miramientos. En cualquier caso, aquella primera revolución fue un intento de la comunidad obrera por reprimir el autoritario régimen zarista en busca de mejores condiciones de trabajo: en definitiva, un intento pacifista por derrocar el capitalismo de la Rusia de Nicolás II. Ya desde la década de 1860 se habían puesto en marcha grupos terroristas que actuaban mediante repentinos estallidos de violencia y represión. Sobre esa época se produjo el nacimiento de los “narodnik”, un movimiento social inconformista al que más tarde le sucedería el Partido Social Revolucionario y cuyo mensaje se dirigía a un campesinado hambriento, inquieto y bajo condiciones mínimas de trabajo y máximas de esfuerzo.

A partir de 1890, la industrialización fue el proceso de reforma que vería la nación rusa más moderna que justificaría la primitiva y decadente economía del país. El desarrollo, a partir de las fábricas, siderúrgicas en industrias en general, de una clase industrial y financiera de creciente influencia y riquezas emergentes se debía, principalmente, a la fuerte dependencia del capital extranjero. Ese contacto intrínseco y necesario con el capital extranjero potenció la infiltración de las ideas occidentales y se facilitó un pensamiento progresivo liberalista a un pueblo que vivía oprimido por su zar y que necesitaba una reforma urgente. Sería el Partido Kadete o Demócrata Constitucionalista el encargado de arraigar esas ideas de un primer contacto con el resto de Europa. Se dio el caso que con la aparición del pensamiento progresista se produjo el crecimiento sistemático de un proletariado de obreros fabriles descontentos y conflictivos. En esa misma época comenzó a moverse el sentimiento socialista que recorría la Rusia más occidental y occidentalizada y se produjeron las primeras huelgas a favor de los obreros y el proletariado, exigiendo mejores condiciones de trabajo en lo que se adivinaba como una lucha por las ideas marxistas de una igualdad estructural a la base de la sociedad. La exigencia de cambios y el arraigo de la nueva filosofía impulsaron a la creación de un partido marxista fundado en 1897, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, el partido de Lenin, Martov y Plejanov.

El desencadenante final para hacer la revolución de 1905 fue ya el malestar latente que emergió superficialmente con las frustraciones y humillaciones de la guerra entre Rusia y Japón. El carácter de esa primera revolución no fue tanto el revolucionarismo como una simple revuelta por parte de los liberales y constitucionalistas burgueses en contra de la autocracia arbitraria y anticuada. La petición pacífica de mejoras laborales por parte de una ingente masa de obreros que se desató en el desgraciado “domingo sangriento”, fue lo que produjo esta nueva revuelta obrera que conduciría a la elección del primer soviet de diputados enteramente obreros de Petersburgo (más tarde Petrogrado y Leningrado). Fue una revolución espontánea, descoordinado y cargada de resentimiento y violencia, por lo que fue fácilmente dominada con el coste de ciertas concesiones constitucionales que, aun a pesar de todo, no parecieron resolverse en detrimento de nadie en adelante, se quedaron en vacías palabras de amenaza. Los desencadenantes de la revolución de 1917 fueron exactamente los mismos, salvo que ésta última triunfó donde la anterior no pudo conseguirlo. Y si la revolución de 1905 no tuvo éxito, ello se debió a la desorganización de las masas, al poder aún vigente y de extraordinaria fortaleza y eficacia del zar y a la confianza por parte de los revolucionarios, excesiva en muchos casos, en el triunfo de unas ideas nuevas, positivas y que ya funcionaban en otros países europeos y democráticos como en Alemania.

El triunfo de la revolución de 1917 tuvo importantes apoyos que se inspiraban en el cansancio provocado tras la Gran Guerra y el descontento general respecto al modo en que fue encauzada. Los efectivos imperiales habían sufrido numerosas bajas y el ejército estaba ahora debilitado, motivo fundamental por el que se impulsó la necesidad de crear un ejército que apoyara la solución obrera y ahí es donde entra el Ejército Rojo del que ya se habló más arriba, Guardia Roja aún por ésta época y cuyo nombre ya describía su función: se trataba sólo de una multitud armada y dispuesta a resolver cualquier acontecimiento violento a modo exclusivo de defensa de los intereses comunistas comunes. Más tarde se convertirían en el poderoso Ejército Rojo. Finalmente, la abdicación del zar era lo único que podía detener la marea de revueltas y fue fusilado junto con el resto de su familia. La autocracia hasta entonces vigente fue reemplazada por la proclamación de un Gobierno Provisional de carácter democrático basado en la autoridad de la cuarta Duma. El carácter híbrido de la revolución se hizo aún más evidente al reconstruir el soviet de Petrogrado según el modelo de 1905.

No hay comentarios:

Publicar un comentario