"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

jueves, 26 de mayo de 2011

Nautilus

domingo, 22 de mayo de 2011

La mujer que vendía girasoles

Andaba por el campo voceando su mercancía. Bajo el cielo límpido pedía unas monedas a cambio de girasoles.

-¡Girasoles! ¡Girasoles grandes, hermosos y con multitud de pipas!

Caminaba sola por el campo abierto, agitando a los pájaros que la observaban tristemente desde la copa de los árboles más frondosos, escondidos de sus gritos agónicos.

Vendía girasoles a cambio de compañía; rendía pleitesía al polvo del camino que continuaba sus pasos hasta el horizonte amarillo, amarillo como su tez, del reflejo de la luz del material que vendía.

sábado, 21 de mayo de 2011

El mar del infinito

En un psiquiátrico todos son locos. Los doctores caminan por las asépticas salas bien pertrechados entre sus batas blancas. Son inocentes, son infinitos. Alguien da una voz muy fuerte; no lo soporto, es como para volverse como ellos.

Una mañana me dieron la medicación mal, tomé las pastillas de un maniático depresivo y me balanceé bien sujeto a una lámpara de pie, caí y me tumbé sobre la pared. Nadie me creyó hasta que maté a unos cuántos.

El comedor es una amplia estancia llena de animales enjaulados, trinando como pueden y rechinando los dientes de los que se alimentan más allá de los barrotes. Cada uno viste como quiere, o como le dejan. En cualquier caso, no hay ni uno sólo que esté mínimamente civilizado. Mastican con las bocas abiertas, a uno se le cae la baba, otro se come sus propios mocos. Dan verdadero asco.

¡Maldita sea! ¿Por qué siempre se olvidaban de mí? Siempre les prestaban toda su atención a aquellos despojos de la sociedad. ¿Acaso podrían curarse? Estaban condenados de por vida y creo que mi voluntariado hacía mucho más por ellos que ellos mismos. Hasta que se cansaron y huyeron. Me dejaron allí sólo y abandonado, encerrado entre las mismas paredes que los constreñían a ellos, a los locos, a los crueles y los malvados. No entiendo por qué me culparon cuando la emprendí contra ellos; les hice un gran favor a todos los que claudicaron.

El psiquiátrico tenía, por otra parte, un magnífico jardín. Era la única estancia que respetaban. Allí era donde todos ejercían su libertad y se comuicaban y relacionaban entre ellos. Resultaría curioso observar cómo una mujer ausente resultaba violada por un hombre cohibido. Todos se peleaban por el balancín, todos querían un hueco en ese juego de niños. Siempre lo ocupaban los mismos: a la mujer violada le tenían miedo porque de un muerdo arrancó una oreja de su agresor y sólo un hombre se atrevía a balancearse con ella. También a él le temían.

Pero no me puedo quejar demasiado. La estancia entre mis compañeros no es desagradable siempre que omita las miradas vacías y bobaliconas de esos pobres muertos de hambre. Dijeron en el periódico que aquí se experimentaba con los pacientes. No es cierto, son ellos los que experimentan con nosotros...

Aquel hombre tenía un rostro duro y doliente. No parecía loco, sólo era un perturbado sin vida.

A veces me siento solo. Estoy rodeado de gente que no piensa, que no sufre. Aquí sólo se tiene miedo. Nadie sabe lo que significa estar aquí. Nadie salvo yo. Ningún doctor puede solucionar sus problemas, ¿cómo va a solucionar los de los internos?

Nunca hablaba, tan sólo escribía y escribía letras y cartas interminables que guardaba dentro de una cajita de madera carcomida. En todo momento, no sabía hacer otra cosa.

No entiendo por qué me abandonaron, éste es un lugar horrible. Sólo una mujer parece humana. Una vez, al menos, fue humana. Hay días que hasta me mira, otros sólo se limita a balancearse conmigo en el columpio. Nadie de aquí dentro está sano, mucho menos los doctores con sus batas blancas. Pero no importa porque pronto me iré. Yo estoy aquí voluntario.



Terminó su última carta, se vistió con su mejor traje, tomó de la mano a su mujer que lo observaba escribir unos segundos antes en el silencio de los árboles y, tomando las llaves del recinto, expulsó de allí a todos los internos y los doctores.

En el salón grande, aquel en el que se subió una vez a la lámpara, el mismo en el que mató a varios de los locos que por allí pululaban, sonó una dulce melodía. Tomó las estrechas caderas de la mujer entre sus manos y bailaron con ternura, despacio, mirándose a los ojos vacíos de penumbras.

Fuera, los demás gritaban de angustia y dolor estremeciéndose por los suelos.

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Viva el socialismo!

Aprovechando que se acercan días donde hay que hacer uso y gala de nuestra libertad de expresión y elección, me muevo entre opiniones y no dejo de ver gente, especialmente en los pequeños pueblos, que no tiene ni idea de lo que va a hacer el domingo. Y no me refiero con que no sepan a quién votar, viviendo en un pueblecito de Extremadura es inevitable, casi, saber que los socialistas volverán a gobernar sin que nadie les sople; sino que no saben qué es lo que van a hacer al votar a quien quieren (y aquí no me refiero sólo al socialismo, sino a cualquier partido democrático).

¡Cuánto socialismo imberbe! No socialista, que también, sino movimiento ideológico que se ha pervertido de tal manera que la izquierda, como la derecha, se han centrado ambas en un mismo punto: el de la ignorancia.

Si me centro en el socialismo es porque me queda bastante más cerca, que no hay nadie que sepa lo que realmente está defendiendo. ¿Sabe alguien siquiera qué dijo Lenin, quién es Meslier o qué es el Leviatán? ¡Pero si ni siquiera saben cómo es el país en el que viven!

Lo único que les interesa a los votantes es que sus dirigentes les den un trabajillo temporal, sea simpático y no les robe demasiado o que, al menos, lo haga con disimulo. Sin embargo, y dado que lo de interesarse por un partido político es cansado porque hay que saberse lo que éste proclama, los jóvenes prefieren seguir diciendo pesoe! a voz alzada con una copa en la mano y chiribitas en los ojos.

¡Menos botellón y más educación!

¿Cuándo llegará el día en que dejen nuestros dirigentes de ser unos idiotas que se han dedicado toda su vida a la albañilería, al campo o a quejarse por todo en una plaza abarrotada de cabezas huecas? Tal vez sea el mismo día en el que los votantes sepan lo que están votando, tengan una madurez intelectual propia de un país europeo a la antigua usanza y no una mentalidad de trabajar poco y cobrar mucho, y tengan un mínimo de educación política.

¡Viva el socialismo! Y que viva de verdad, no como ahora, que malvive de los rescoldos que cuatro gatos aprovecharon en el transcurso de la transición.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Estancia en una tienda de campaña


Primero entró el perfume. Cuando éste hubo ocupado el espacio cerrado y el Universo infinito, inmediatamente después, en lo que fue apenas poco más que un salto de pulga, un instante fugaz, entró ella.

El paso de su mano iba cerrando los metálicos dientes de la cremallera que mordían el aire enmarañado de la ósmosis inversa. Todo quedaba dentro, donde hacía más calor y el ambiente enrarecido perlaba la carne y el material sintético de gotas de sangre marina.

Contacto de labios mojados, olores de cristal extinto, la piel adherida a los huesos se separa hacia la sequedad externa. Almas desnudas, cuerpos cubiertos de frío en el invernadero bullente. Sólo sombras en la pared de mentira recubierta con hebras de cabellos asegurados. El movimiento censurado bajo la pena de asfixia...

Primero entró el perfume. Después lo siguió ella. Se inundó la estancia de silencios, silencios más ruidosos que las palabras. Nosotros nos humillamos dentro; el mundo se abandonaba fuera.

lunes, 9 de mayo de 2011

El sexo cohibido


Es cosa del tiempo, de la edad, del cansancio del paso de los días y la costumbre puesta a macerar con melodramas interminables. El sexo de la esposa se cohibe, se atormenta, se retrotrae y fermenta.

Al principio es reivindicativo, asusta la idea de que pueda ser llenado por otro ajente masculino y se cumple con todas sus exigencias y peticiones. Se lo mantiene en la comodidad más absoluta, se lo complace, que para eso está.

Poco a poco, triste pero inexorablemente, va cayendo en la rutina después de experimentar con todo lo que puede tolerar. Le toca probar todo lo que pueda y exprimir todo su jugo si la metáfora se me permite aunque suene muy violenta.

Al final, lo que fuera una gran proclama de los derechos femeninos se encierra, por sí mismo, en la tradición de su historia. Se entrega completamente a su matrimonio y trata de complacerlo por extenso, dejándose olvidado en alguna playa todo el amor propio.

El sexo femenino tiene una fecha, como todo sexo vivo. Termina justo cuando empieza a sentir el roce de la comodidad del hogar, cuando se entrega a su marido siempre y cuando éste no se lo pida, puesto que de esa manera una cosa tal no sucederá nunca. Ella lo abraza, por fin, en toda su extensión, rodeándolo y engullendo una personalidad que convierte en suya. Así, por increíble que parezca y retrógrado que suene, es como se alcanza la madurez a la hora de la concepción: cohibiendo el deseo femenino, entregándose al sexo masculino, pasando a ser poseído. Ya nunca más podrá poseer sin olvido.