"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

lunes, 7 de febrero de 2011

Vías extremas

La tomó de la cintura y la suspendió del aire. Los cabellos se le alborotaban con los azotes del viento sobre su espalda. La dejó caer al vacío infinito que se extedía entre la firmeza del suelo bajo sus pies. Una soga atrapaba sus huesos, sin apretar, sin dañar su delicada piel. Una última bocanada de aire inundó sus pulmones arañados de alquitrán y polvo seco, resquebrajados por las alas de los murciélagos de medianoche.

Se desprendió del pavimento con la espátula que retira los restos de la vida y se arrojó al montón de basura orgánica que se acumulaba más abajo, entre las corrientes de celos que fluyen con el agua y que atrapan como anzuelos. Cayó por su peso, sintiéndose un gusano usado como cebo, desbocando su corazón con la sensación de gravedad que tiene la gravedad. Fuerzas naturales que la empujaban con dolorosa fuerza hacia el fin natural.

La soga se tensa y el corazón se desboca. Vísceras y hedores que envuelven su cuerpo inerme, inconsciente, colgante. Dos centímetros para el desprendimiento del hálito que aspira, presiones que estallan en su interior, sensaciones de descontrol en su cuerpo como una máquina que, ajena a la seguridad a la que se ha enconmendado, se estampa contra la vítrea superficie del río, sintiendo sus gélidos cristales atravesando la conmoción que sacude su espíritu.

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