"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

domingo, 13 de marzo de 2011

La mujer que se peleaba con las margaritas

La chimenea pedía fuego y el frío arreciaba fuera. La leñera no caía demasiado lejos y la lluvia había cesado por el tiempo justo para salir a por el alimento del calor.

Por un dudoso proceso ligado al azar le tocó a ella salir en busca del fuego. Atravesó el campo de margaritas que perlaban su ropa con la alegría del estímulo que puede generar una planta. Cargó sus brazos con troncos de madera que sostuvo con una mano. La otra portaba un vil instrumento de amenaza fabril, muy rudimentario, muy de madera, muy... palo.

Volvió a través de las silvestres enemigas que aguardaban para impedir su avance. Entre los estertores de una clorofilizada batalla donde la única sangre derramada arañaban las piernas de la chiquilla y los tallos de unas flores amarillas, el arma se convirtió en el lastre que se aferraba al peligro húmedo, pero también era la única posibilidad de zafarse de las margaritas.

En un intento por sobrevivir a nada, a nada que amenazase absolutamente nada, ella arrastraba el palo abriendo un surco entre las margaritas con las que peleaba.

La dificultad era nula. La épica se resolvía en nada. El esfuerzo reflejado en su cara era una simple metáfora literaria. Aun así, hubiera sido impresionante, de no ser porque se lo tomaba en serio, que perdiera ante un montón de margaritas cuya resistencia consistía en estar de pie. Se defendían aferrándose al suelo, al palo que las arrancaba.

Finalmente, la mujer alcanzó la casa.

- Traes margaritas entre la leña.

- Ya. Son las que me gustaban.

Relato cedido por María Isabel Rodríguez Gil

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