"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

martes, 22 de febrero de 2011

Hratt

Todo empieza sólo para acabar, desde el mismo instante en que se nace se está destinado a llorar inútilmente la muerte de los demás.



En islandés se le dice hratt, rápidamente, fugaz. La sensación de pérdida no es más que la de adquisición, la de completud. Más rápido morimos cuanto más pensamos en ello. Pensar en ello es pensar en la vida, en la rapidez con la que nos encontramos arrojados al mundo, en la rapidez con la que nos vemos despojados de la ilusión del desconocimiento.

¿Qué hacemos viviendo? ¿Qué lamentándonos? ¿Quién maneja los hilos del sentido de la existencia circular que adquiere velocidad con el movimiento centrífugo de la necesidad de negar?

Volar. Por encima de la racionalidad que nos sitúa a cada uno en su propio lugar. Volar sobre las cabezas que se niegan a sí mismas la capacidad de pensar. Negar. La fugacidad del mundo que nos circunda sin comienzo ni final.

jueves, 17 de febrero de 2011

Carreras

Hoy es uno de esos días de virtud y belleza. Uno de esos días en los que te levantas asqueado del mundo y descubres una botella de vino derramando el sanguinolento caldo por el suelo de tu habitación, casi vacía, y un aliento a alcohol rancio ventila la estancia cargada de un ambiente hostil.

Un día de amor, para amar a la desgracia propia y ajena y para buscar la compañía de mis inseparables jaquecas.

martes, 15 de febrero de 2011

Saltos generacionales


Existen saltos generacionales de conciencia. Las abuelas son más conscientes del tiempo en que viven sus nietas y más permisivas que las propias madres que se convierten en sobreprotectoras. Nadie sabe por qué sucede esto y ni siquiera parece ser un proceso neuronal o biológico; simplemente es miedo.

Las madres parecen apelar a su sentido de la maternidad donde la protección primitiva impide ver la realidad en la que sus pupilas tienen que habitar. Por eso, las prohibiciones o la extrema dejadez por dejar que hagan lo que quieran aparte de ser extremos opuestos, son contraproducentes en la educación del menor. La negación de algo tan sólo incrementa el interés por lo negado.

Es así que las abuelas, como línea de ascendencia sanguínea directa, se preocupan por la seguridad, salud y bienestar de sus nietas. La única diferencia: no las atosigan, hablan con mayor naturalidad y las previenen del mundo sin privatizar las obviedades.

El amor de madre hay veces que se excede con la necesidad de tener cerca y protegidas a sus hijas. Más que ayudar, la desinformación por el miedo a la práctica lo que hace es frustrar e intensificar la irreflexividad de los acontecimientos vitales. Y así están las hijas, que se visten como putas.

No hay nada como el amor de abuela...

lunes, 7 de febrero de 2011

Vías extremas

La tomó de la cintura y la suspendió del aire. Los cabellos se le alborotaban con los azotes del viento sobre su espalda. La dejó caer al vacío infinito que se extedía entre la firmeza del suelo bajo sus pies. Una soga atrapaba sus huesos, sin apretar, sin dañar su delicada piel. Una última bocanada de aire inundó sus pulmones arañados de alquitrán y polvo seco, resquebrajados por las alas de los murciélagos de medianoche.

Se desprendió del pavimento con la espátula que retira los restos de la vida y se arrojó al montón de basura orgánica que se acumulaba más abajo, entre las corrientes de celos que fluyen con el agua y que atrapan como anzuelos. Cayó por su peso, sintiéndose un gusano usado como cebo, desbocando su corazón con la sensación de gravedad que tiene la gravedad. Fuerzas naturales que la empujaban con dolorosa fuerza hacia el fin natural.

La soga se tensa y el corazón se desboca. Vísceras y hedores que envuelven su cuerpo inerme, inconsciente, colgante. Dos centímetros para el desprendimiento del hálito que aspira, presiones que estallan en su interior, sensaciones de descontrol en su cuerpo como una máquina que, ajena a la seguridad a la que se ha enconmendado, se estampa contra la vítrea superficie del río, sintiendo sus gélidos cristales atravesando la conmoción que sacude su espíritu.

sábado, 5 de febrero de 2011

Angst

Si no tienes nada que ofrecer, enseña tu alma.



Muestra la debilidad de tu cuerpo, siente que el dinero no es nada, ni las grandes empresas, ni aun las más pequeñas. Desmorónate en tu mundo sabiéndote una partícula insignificante que sólo puede ir arrancando dolor allá donde va, sólo puedo arrancar dolor forzosamente cada vez que digo algo que pienso que gustará.

Siéntete impotente al querer regalar lujo y diversión, al querer impregnar el ambiente de una felicidad que no puedes alcanzar: eres demasiado vacuo, un individuo demasiado pobre de espíritu, un ser al que más le valdría quitarse la vida. La opción más cómoda es el egoísmo. No pensar en la necesidad de los demás más allá de la del sí mismo.

Y mientras sólo quieras conseguir cosas para tu amada te olvidas de tu propia esencia, de tu mismo ser, de tu pureza más vil ahogada en un ruido de penas reflexivas. Cuanto más conoces, amigo, más desdichado eres; y cuanto más crees conocer a los demás, intentando darles cuanto te piden, menos cosas te pedirán. ¿Hay desdicha mayor?

Si no puedes ofrecerle nada más, si no te acepta nada más, amigo, regálale tu alma, enséñale tu pensamiento.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mundo febril



El mundo adolece de una enfermedad febril: se seca, se humedece, suda... El mercurio no marca la temperatura, se extasía con la oportunidad de crecer. El mundo que habitamos no es real, es una fantasía.


Cuando la mente se cierra y los sentidos se ciegan, la verdad nos parece mentira, no somos capaces de efectuar relaciones entre el mundo que nos acoge y los acogidos que somos por él. Nuestro escenario es nuestro, somos egoístas y mientras que nos gusta hablar de protocolos de salubridad, también nos encanta gasificar el entorno, arraigar la sobrenaturaleza y cazar nuestro futuro.


El planeta se queja, el planeta se muere, pero nosotros no. No nos gusta contemplar su muerte y cerramos los ojos. Otros prefieren intentar evitar su muerte, pero lo intentan mal, pretendiendo que dejemos el planeta en paz, nuestro planeta... Hipócritas. Estamos destinados a sufrir con él, a escucharlo y a escribir acerca de qué nos sugieren las piedras, como un hombre levemente sabio me preguntó hace algún tiempo.

Si el mundo se queja de gripe estamos destinados a padecerla con él, muy al margen de si usamos esa enfermedad para destruírnos, amarnos o incluso zafarnos.