"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

jueves, 11 de febrero de 2010

El problema no es la elección

En la vida hay que hacer cosas que joden. Y no lo digo por fastidiar a nadie, pero es cierto que no se puede complacer a todo el mundo en todo momento. Incluso se puede no complacer a nadie.

¿Y eso es malo? Es posible, pero cuando digo nadie, me refiero a nadie en absoluto, ni a nosotros mismos. Y esto es posible cuando se nos presenta una complicada situación que debemos resolver haciendo algo o no haciéndolo. Una simple elección, como matar o no matar.

La dificultad radicaría en que ambas partes son muy sugerentes y aceptar una de ellas implica el abandono inmediato de la otra, lo que es un engorro, puesto que nos desprendemos de una parte que también nos interesa por algún motivo.

Nos encontramos así con el dilema del asno que murió de hambre porque tenía dos pacas de alfalfa de idénticas características para comer y ante la angustia de su indecisión, se pasó tanto tiempo intentando dilucidar cuál comería antes que no pudo elegir.

Así pues, el problema no reside en la elección, sino en la no elección. Elegir lo bueno o lo malo es fácil y necesario, es moral. No elegir es amoral y, por supuesto, nos deja viviendo como simples amebas, víctimas del poder de otros.

Comer antes una u otra paca, matar o no hacerlo, estudiar o trabajar, amar a una persona o a otra, vivir independientemente o bajo la tutela de alguien, ser o no ser... La elección es un simple señelar con el dedo, es el decir de algo y el callar de su contrario. Elegir es vivir, vivir en la lógica de la ética y de los valores propios. Elegir es, en definitiva, el acontecimiento más propio de la definición de una persona y su más puro ser especial y distinto.

La elección es el camino de la forja de la personalidad.

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