"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

lunes, 22 de febrero de 2010

El hombre, que se alimenta de amor


El hombre es un animal que necesita amor, se alimenta de amor y cariño. Se puede decir que desde que nace lo necesita, es su sustento primordial y más inmediato.

Nace, se le da amor y cariño en grandes cantidades e inmediatamente empieza a desarrollarse en su conjunto. Completa así el proceso que se inició en el útero materno justo en el momento en que se empieza a pensar que un dimituto ser se empieza a fecundar en su vientre. El nacimiento no es un hecho biológico, es un hecho deseado, ilusionado, imaginado y amado en mayor o menor medida.

Cuanto más amor se le da a un hombre, más crece, más se desarrolla. Se le quiere, no se puede evitar querer a un ser así, hijo de una madre. Siempre hay alguien que lo quiere y, por lo tanto, siempre crece, cada día un poco más.

Y justo cuando más crece, cuando más se lo ama, el hombre deja de nutrirse del amor. Debería crecer, seguir engordando y haciéndose mayor y más importante, pero por alguna extraña razón deja de hacerlo.

Debería crecer más y más. Rebasar los límites del mundo en un sentimiento afectivo recíproco que constituye una red amatoria que hace que se estime pequeño el valor del universo que habita.

Pero no, en lugar de destruir el mundo que lo rodea, el hombre prefiere destruirse a sí mismo. Lejos de lo que pueda parecer, no está concienciado con su entorno, pues es un acto egoísta ya que deja de amar a los demás, que a su vez dejan de crecer por empezar a quererse ellos a sí mismos.

El hombre, llegada una edad, deja de amar para amarse en la soledad de su crecimiento interrumpido. Y nunca, nunca jamás, llegará a alcanzar su mayoría de edad.

El monstruo deja de crecer y comienza a menguar...

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