"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

jueves, 14 de octubre de 2010

El hombre con tres brazos



El hombre con tres brazos no era un gran hombre, ni un hombre elegante, ni un hombre especialmente destacado; de hecho, ni siquiera llamaba la atención lo suficiente como para considerarlo una atracción de feria. Lo único que le sucedía era que poseía tres brazos, un apéndice que le salía justo por debajo del brazo derecho que cumplía las mismas funciones que sus otros dos miembros. No era una rareza, ni un monstruo, ni siquiera una abominación; no era nada de eso, no era nada.

El hombre con tres brazos sabía tocar la guitarra y el piano y la trompeta y la flauta y el violín y la viola y el charango y el xilófono y el saxofón y los timbales y la batería. Sabía tocar una infinidad de instrumentos y se lamentaba tremendamente de no tener otro brazo para poder acariciar las notas de un dueto.

El hombre con tres brazos sabía tocar a las mujeres y acariciar sus senos y sus piernas y sus caderas y sus espaldas y sus vientres y sus cuellos y sus mejillas y sus ojos. Sabía dónde tocar en el momento exacto y sabía cómo hacer que quisieran que siguieran tocándolas. Tenía tres brazos para amplificar y ralentizar el tiempo del placer, para no cansarse nunca de usar uno y otro y otro brazo. Y aun así no podía hacer todo el uso que podía de ellos, porque tres brazos dan para una mujer, sí, pero también dan para una más y el amor es egoísta y no admite querencias a tres brazos.

El hombre con tres brazos sabía cocinar. Sabía cocinar chirlas con salsa de almendras y entrecot de cerdo lechal sobre una cama de patatas panadera y acompañamiento de verduras a la parrilla regadas con jugo de lima y sopa de aleta de tiburón y pasta al dente con dulces de higos repartidos por todo el plato. Sabía cocinar de maravilla y era la envidia de su ciudad. Pero de nada le servía tener un tercer brazo con el que elaborar los más exquisitos de los platos puesto que no tenía a nadie a quien ofrecérselos.

El hombre con tres brazos era la persona más normal del mundo salvo por un detalle: no que tuviera un brazo de más, eso no era nada digno de mención, sino que el hombre con tres brazos era un hombre desdichado, el hombre más desdichado de cuantos nadie jamás ha conocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario