Y entramos en el cuarto y lo hacemos acompañados. Nos quitamos la ropa, despacio, y el público aplaude entusiasmado. Nos metemos en la cama, desnudos, nos cubrimos con una sábana y la concurrencia prorrumpe en vítores desalmados.

No hay privacidad, señoras y señores. Todo es computable y si es computable, es visible. Las redes sociales pueden disputarse el contenido vital de un individuo muy por encima del entorno familiar. La vida está informatizada y están de moda las relaciones de microondas.
¿Quién es capaz hoy en día de vivir sin aparatos tecnológicos? Inténtenlo al menos y comprobarán que no se puede sobrevivir en la naturaleza que nos posee, que nos desposee. Poco nos importa ya el cerrojo de Fragonard, nada nos dice si no es que deberíamos instalar uno nuevo, dentro de nosotros mismos que privatice nuestras vivencias.
Especímenes, porque eso es lo que somos, nos toca compartirlo todo, incluso la privacidad de nuestras vidas compartidas. Así como ustedes pueden saber absolutamente todo lo que sucede en mi existencia aun sin conocerme, yo podría saber de las suyas. No existe cerrojo tras sus puertas que no pueda descorrer.
¿Qué hay tras el cerrojo? ¿Alguna situación erótica en el más puro sentido del acontecimiento estético? ¿Tal vez algún misterio por descubrir? Lo siento mucho, pero eso ya no existe. El cerrojo es una metáfora que en tiempos pasados nos pareció bellísima. Hoy no es nada. Disfruten de sus Gran Hermano particulares y, por si no nos leemos más veces: buenos días, buenas tardes y buenas noches.

No hay privacidad, señoras y señores. Todo es computable y si es computable, es visible. Las redes sociales pueden disputarse el contenido vital de un individuo muy por encima del entorno familiar. La vida está informatizada y están de moda las relaciones de microondas.
¿Quién es capaz hoy en día de vivir sin aparatos tecnológicos? Inténtenlo al menos y comprobarán que no se puede sobrevivir en la naturaleza que nos posee, que nos desposee. Poco nos importa ya el cerrojo de Fragonard, nada nos dice si no es que deberíamos instalar uno nuevo, dentro de nosotros mismos que privatice nuestras vivencias.
Especímenes, porque eso es lo que somos, nos toca compartirlo todo, incluso la privacidad de nuestras vidas compartidas. Así como ustedes pueden saber absolutamente todo lo que sucede en mi existencia aun sin conocerme, yo podría saber de las suyas. No existe cerrojo tras sus puertas que no pueda descorrer.
¿Qué hay tras el cerrojo? ¿Alguna situación erótica en el más puro sentido del acontecimiento estético? ¿Tal vez algún misterio por descubrir? Lo siento mucho, pero eso ya no existe. El cerrojo es una metáfora que en tiempos pasados nos pareció bellísima. Hoy no es nada. Disfruten de sus Gran Hermano particulares y, por si no nos leemos más veces: buenos días, buenas tardes y buenas noches.
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