"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

martes, 19 de enero de 2010

El yogur o de los pezones


Compruébenlo. ¿Nunca han probado a ingerir uno de esos yogures de medio litro que se venden en vasos de plástico similares a los de los cafés de alguna multinacional extranjera? Sí, esos que parecen imposible terminar pero que una vez probada la primera cucharada es imposible dejarlos a la mitad. Pues inténtenlo, que es imposible decir que no son adictivos con esos tropezones de fruta que colman el vaso hasta hacerlo rebosar.

Como iba diciendo, uno se sumerge en ese vaso sin fondo, en ese vaso inicialmente profundo y repleto de calorías, y no puede dejar de pensar que en esos tropezones de melocotón están contenidos otros pezones mucho más sabrosos y maternales. Aunque igualmente nutritivos. Porque en la palabra tropezón está contenida la palabra pezón y eso, por desgracia, es innegable. Pero no nos rindamos a la estúpida evidencia y vayamos un poco más allá, a la cuestión de los lácteos.


¿Por qué demonios esos malditos yogures que bien podrían llamarse "atascaburras" debido a la tremenda satisfacción que producen son tan adictivos? ¿Seguro que son tropezones lo que llevan, seguro? Porque es curioso que traigan al recuerdo el gesto alimenticio primigenio, máxime si se trata de succionar lácteos saboreando tro-pezones de gustoso sabor.


Que dicho yogur con tropezones pueda verterse sobre otros pezones es algo que huelga decirlo y que deberíamos probar, como poco, una vez en la vida. ¡Nadie se prive de recordar su más bendita infancia hartándose como un cerdo cebado de lácteos bien nutritivos y sabrosos como un bicho cualquiera buscando la teta más jugosa de la camada! Porque sí, la alimentación, si es como nos la enseñaron de pequeños, es más gratificante entre pezones que con tropezones.

1 comentario: