"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

viernes, 29 de enero de 2010

Cien metrónomos biológicos



Tac, tac, tac, tac... El metrónomo, inexcusable, va marcando los latidos de la vida que imita en su maquinal existencia.


Cien metrónomos al unísono, desacompasados, marcando los latidos de la vida que imitan en una estridente orgía de desesperación y nerviosismo. Uno no funciona, otro se detiene. Así, poco a poco van callando como si Moebius diera cuenta de sus tiempos.

Van marcando el tempo, como una viuda que parpadea esperando un instante de eternidad que sabe que no va a llegar. Ya no quedan ni la mitad, cincuenta metrónomos han detenido su obsesivo tac, tac, tac, tac...

Los que quedan van tocando un réquiem por sus compañeros silenciados, a sabiendas de que ellos también se detendrán dentro de no mucho.

Tac, tac, tac, tac... Unos se van deteniendo lentamente. Otros enmudecen de golpe. Todos van siendo asistidos por el silencio, un silencio que se va abriendo paso y ya apenas se oye el movimiento oscilante de tres aparatos.

Los tres están asustados, uno de ellos más cansado que los otros dos. Ya casi ni respira, todos pendientes de su muerte que llega como había anunciado. Dos corazones permanecen, luchando por prevalecer uno sobre el otro, hasta que sólo queda uno, solitario y asustado.

Tac, tac, tac, tac... Poco durará su movimiento regular, como acechado por un viento invisible que amenaza con no soplar. Tac, tac, tac... Va notando la oscuridad que lo rodea, que lo abraza con su cálido manto soporífero, que lo acoge en su maternal seno. Tac, tac... Observa a sus compañeros, a sus noventa y nueve compañeros, que lo han abandonado a correr su misma suerte. Tac... Desesperado se lanza al abismo, se lanza a la resignación de su destino que le espera a la altura de la cuerda que se le agota.

Ya no se oye latir su corazón. Pronto dejará de oscilar. Va consumiéndose, va deteniéndose hasta que ya no puede hacer más que esperar a que suceda algo. Y sucede. Ya no escucha su corazón, ya va deteniéndose como los de sus noventa y nueve compañeros que lo rodean, que lo señalan con sus respectivas quietudes.

Ya apenas lo oigo. Ya enmudece en su balanceo menguante. Ya se detiene. Ya muere.

1 comentario:

  1. Ciertamente esta entrada es muy genial. Mis felicitaciones joven JuanFran.

    ResponderEliminar