"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

miércoles, 20 de enero de 2010

Demonios de colorines



"¡Qué bonito es el infierno!" Pensaba el anciano mientras recibía pinchazos entre las demacradas costillas.

Nunca lo llegó a pensar, pero para quien ha tenido una vida muy dura la muerte es un privilegio. Su muerte, concretamente, era lo más placentero que nunca había vivido. Y no había hecho más que llegar a aquel lugar alejado de todo dios que, para su asombro, seguía siendo un completo misterio. Delante de su ensombrecida figura sólo había tridentes y fuego; colores mágicos danzando en su derredor con un brillo inusitado que dilataba sus pupilas hasta que logró acostumbrarse a ese nuevo placer.

"Si existe un paraíso," pensó, "debo de encontrarme en él."

Una danza maquiavélica clamaba por su inmortalidad. El dolor era insoportable y la sensación de pasar así una eternidad angustiosa. Su corazón envejecido bombeaba sangre a una velocidad de vértigo, vértigo como el que estaba destinado a soportar sin la posibilidad de mover una sola pierna entumecida. El horror del abismo en el que se encontraba y al que había sido arrojado lo devoraba como las llamas de una hoguera sin fin. Una luz divina y enceguecedora aplicaba dolor a su mirada alguna vez penetrante y vacía ahora, como todo lo que había sentido alguna vez. Se rindió a la evidencia de lo inevitable y esbozó una gran sonrisa.

En un instante de nostalgia se arrepintió de todo lo que había vivido y mirando hacia lo que él creía que era arriba, gritó en un timbre de voz que nadie oiría jamás: "Gracias, Dios mío."

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