"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

lunes, 17 de mayo de 2010

L´arte di Moth

- ¡Volvemos a encontrarnos! -Dijo Joaquín Jesús mientras enarbolaba la ironía en dirección a su archienemiga polilla.- ¡En garde!

Se quitó la holgura para correr tras el bicho y no notarse cansado del peso de su existencia. No estaba gordo, es que despreciar los nutrientes es pecado para sus complejas células. No es que le tuviera manía, es que aquel insecto había estado riéndose de él la noche anterior y eso, eso era intolerable incluso para cualquier humano.

La desocultó como se desvela la verdad, la arrinconó contra la grasilla de las losas de la cocina y aguardó a que aletease agotada. No se trataba de atacarle a traición, por Dios que jamás actuaría de forma tan innoble, sino que era una brillante estratagema por la cual no tendría que pasar por una ardua persecución. Y es que perseguir algo, sea lo que sea o sea quien sea, es cansado.

Pero su paciencia tenía un límite y al minuto de expectación se cansó -porque esperar también es cansado- y empezó a agitarse y hacer aspavientos contra su pobre enemiga. Ésta aleteó, sobrevoló su cabeza en actitud altanera y con una sonrisa dibujada entre sus antenas, riéndose de los vanos intentos de su enemigo por darle caza.

Joaquín Jesús se rebeló contra la piedad, se alzó en un remolino de viento irónico y, finalmente, la propia polilla fue a chocarse contra su atronadora arma engastada de esperanza y un polvillo residual.

Sudando, satisfecho, se apoltronó en su sofá, su subalterno, triunfante y satisfecho de sí. El noble mueble no emitió queja alguna, -prefería llorar en la soledad de la mañana,- aceptó estoico su divino extenuamiento y recibió como premio una leve caricia por su fidelidad.

Tomó sus cerillas, acercó una encendida a su ilustre pipa y celebró su victoria como era debido: entre una voluta de satisfacción y autosuficiencia y ahogando sus delitos en alcohol. En su cara de bobo bonachón se dibujaba una mueca de altivez mientras de sus cuerdas vocales manaba una canción:

- ¡Sí, vendetta, tremenda vendetta...!

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