"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

lunes, 5 de abril de 2010

Calcetines de pollo


Al pollo le gustaba practicar sexo como sólo un pollo sabe hacer. No obstante, él era un pollo particular.

A los animales les gusta quitarse toda muestra de colorido de encima cuando están en pleno coito, más que nada porque los colores llamativos son muy vivos y resultones en el momento de la seducción, pero poco útiles cuando han de centrar toda su atención en copular como salvajes: si se está atento a una cosa, la retaguardia está desprotegida ante los depredadores y todo colorido es un hermoso reclamo al fin de la vida copulativa -y toda, en general.

Pero he aquí que a nuestro pollo le importaba bien poco. Él se arriesgaba, no se sabe bien si por estupidez o por audacia, a fornicar con la cresta en alza. Y nada más podía preocuparle mientras estaba fervorosamente dedicado a su labor.

Por esa misma razón su pareja se extrañó tanto que se incorporó asustada el día que el pollo dejó de empujar en su empeño por encontrar el goce propio y ajeno.

- ¿Qué sucede? -Le preguntó arrebolada.

- Dame un momento. -Le contestó él buscando algo a los pies de la cama.

Sin apenas darse cuenta de la preocupación de su dama, el pollo se encajó a la perfección la cresta que con el movimiento se le había caído de la cabeza y retomó con fervor su actividad como si no hubiera sucedido nada.

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