"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

miércoles, 7 de abril de 2010

Ojos de hierba


...Entonces ella vio como su sonrisa se desmoronaba ante el gris espectáculo de la cotidiana destrucción, así que se sentó en el suelo y comenzó a llorar.

Lloró toda la tarde y toda la noche. Lloró por tiempo indefinido con el rostro hundido en las palmas de unas manos saladas que no vieron pasar el tiempo con sinuosa premura. Y aunque lloró hasta que su cuerpo se fue secando, no lo hizo con el dolor de quien lo hace por la pérdida. Tampoco mantuvo el llanto por la angustia de no poder cambiar la tristeza de las sonrisas silenciadas de los reflejos en los espejos rotos. No fue un llorar por placer; ni por necesidad; ni siquiera por dejar de llorar alguna vez, no. Lloró, simplemente, porque no era capaz de comprender cómo el resto del mundo, contagiado por aquella adorable tristeza, no tenía fuerzas para llorar.

Cuando su llanto cesó, escrutó con ojo lúcido en la imagen que le sonreía desde el charco líquido que se acumuló bajo sus pies. Alguien le sonreía, alguien a quien no reconocía.

Ella no lo supo, pero una sonrisa se dibujó tenuemente en sus labios blanquecinos. La tristeza de la gente se confundía con su figura, con el espacio límpido que ocupaba su fantasmal inexistencia, entre sus lágrimas de sal y sus ojos de hierba.

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