"Éste es el relato más triste que nunca he oído..."

Ford Madox Ford (El buen soldado)

jueves, 11 de marzo de 2010

La mujer de grandes pechos

Es así, tiene unos senos enormes, la envidia de cualquier niña preadolescente. No es que sean grandes como de tener una talla de sujetador desproporcionada o poco común, no. ¡Es que son inabarcables con la vista! Eso sí, sólo si la intentas mirar a la cara, porque no se la puede ver de ninguno de los modos imaginables.

A decir verdad, se podría nadar entre sus pechos literalmente. Si hace cualquier tipo de ejercicio físico, un río de caudal generoso se desliza por entre sus carnes dejando a su paso un delicioso sabor mezcla del salado del líquido y el dulzor de su tersa piel.

Es una aberración, todo hay que decirlo. Y no porque una cabeza normal pueda quedar atascada si osa dispensar más pasión de la que pueda abarcar, sino porque su cuerpo está en exceso descompensado.

Ella es pequeña, muy pequeña. Y sus senos son enormes, demasiado enormes.

Háganme caso, no me tachen de pervertido o provocador o exagerado. Pueden hablar lo que quieran acerca de mí porque poseo la fortuna de encontrarme entre ese par de protuberancias, protegido por dos pezones que son del tamaño de pelotas de tenis.

Jamás me encontrarán aquí. Y yo soy feliz escondido por siempre al fin. Y ella es feliz de poder esconder a alguien entre sí. No me juzguen, pero es que tiene dos señoras tetas.

1 comentario: